Jean Renoir. |
Me
he enterado que varios amigos y conocidos han ingresado recientemente al “Club de los 80 años de edad”. Quienes ya
estamos en él, les diré que no se siente nada, todo sigue igual, aunque en una
voz muy interna. “mucha satisfacción”. El ochentón está entrando a una nueva
etapa de vida, al último acto de la vida, así que permitan que él o ella, pasen
por el auténtico “rito de transición”.
Algún
día amable lector, te unirás como ellos a la minoría octogenaria si te escapas
de los dos principales asesinos que rondan mucho en estos tiempos: la
hipertensión y el cáncer. ¿Te interesa tener una idea a lo que te puedes
enfrentar en este nuevo mundo? Para el recién llegado al club no debe sentir
nada al cruzar esta barrera.
Sueña
y tal vez vienen a él algunos recuerdos de sus buenos tiempos. Piensa que la
vejez solo es un disfraz que aceptará ponerse en beneficio de otros, pero que
el “YO” verdadero y esencial no tiene
edad, continuará su vida igual siguiendo todos los cuidados que ha tenido antes
para llegar a esta maravillosa edad, porque considera un triunfo seguir
haciendo imaginariamente y con detalle
lo que antes realizaba por costumbre.
Considero
que los vicios relacionados con la edad son entre otras cosas: el desorden, la vanidad y la avaricia. Recrudeciendo
este último como el peor de todos. ¿Por qué tantos ancianos insisten en
acumular dinero cuando sus perspectivas de gastarlo son muy pocas. Tal vez
piensan en atesorarlo como cierta forma de dominio y control; existe para ellos
el consuelo de acumularlo, mientras otros poderes disminuyen aunque eso no lo
perciben por la ambición que manejan de “más
y más”.
Muchos
viejos se han dejado llevar por el desaseo y acumulan tantas porquerías en sus
mesas y cajones, sus escritorios están llenos de cosas inservibles que
conservan “por si se ofrece”. Sus closets están repletos de ropas no usadas
durante años. Puede ser por costumbre y en parte por sentir que todo lo que
alguna vez fue útil, debe ser conservado, y lo guardan sin darse cuenta que tal
vez nunca dispongan de tiempo para usarlo.
No
todo es malo ya que muchos octogenarios a los que admiro, son los que ven pasar
la vida con gozo y al llegar su vejez la aceptan con gallardía, sabiendo que
cada achaque es un nuevo enemigo que debe ser atendido y con el tiempo derrotado
con fuerza de voluntad y casi siempre obtienen una importante victoria y
reconocimiento por sus proezas.
Tenemos
el caso de Jean Renoir que continuó pintando toda su vida y en forma audaz con
el pincel atado a su brazo, a causa del
padecimiento de artritis que le afectó en sus últimos años. También el caso del
pintor Goya que al final de sus años estaba sordo y afectado de sus ojos, por
lo que al trabajar debía utilizar varios pares de anteojos, pero su trabajo fue
espléndido y su estilo totalmente nuevo.
Desde
luego que no es lo mismo de un hombre maduro de 30 años que tiene una vida por
delante, que un octogenario que por muy
buena salud de que disponga, dispondrá de 12 a 15 años de vida. Lo importante
no solo es ese tiempo; sino lo que me obsesiona es saber ¿Qué hacer con ellos?
Lo
importante siempre es tener en mente un proyecto de vida para mantener la mente
ocupada sin estar pensando en tonterías que a nada conducen. Mucha gente
desperdicia ese tiempo; en vez de llegar a escribir una memoria de sus
realizaciones con absoluta sinceridad, que puedan resultar útiles a los jóvenes
o a quienes se interesen por conocer una respuesta, puede ser una forma de
decir al mundo “Yo fui” o con mayor
seguridad afirmar “Yo soy”
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