martes, 18 de agosto de 2015

VISITANDO CENTRAL DE ABASTO DE LA CIUDAD DE MÉXICO.


Durante el fin de semana pasada fui invitado por mi hijo Rafael y su esposa Aida Martínez para acompañarles a Central de Abasto de esta ciudad, resultando para mí una visita de interés por contemplar la grandeza de ese lugar, que por su variedad de productos y flujo de dinero se le considera como el Centro comercial de mayor dimensión en América latina y en el mundo. Desde la llegada a sus instalaciones, se encuentra uno nueve casetas de cobro para la entrada de automóviles camionetas, y camiones. Para ingresar tardamos dos minutos que traducidos en vehículos, pudimos contar un desfile de cien unidades móviles a razón de diez pesos por automóvil y durante todo el día de movimiento, consideramos mis acompañantes y yo, que mueven cantidades millonarias de ingresos en efectivo solamente por ese concepto.

 
El interior es verdaderamente espectacular en comercios de atención al público incluyendo sus propias bodegas donde reciben su mercancía que expenden a sus clientes. En algunos casos se aprecia la dimensión de la tienda, pero en la mayoría de ellos solamente se conoce la parte comercial, la bodega la manejan para el movimiento interno de sus productos. Para el manejo de fondos y flujo de efectivo, pudimos apreciar en su interior el funcionamiento de dos sucursales bancarias de Bancomer, S.A. y de Scotiabank que cubren el servicio en ese lugar.

 
Sus pasillos llenos de incontables comercios de abarrotes, víveres, frutas, legumbres, flores, hortalizas, aves, carne, pescados, mariscos, y otros productos, están ubicados en largos pasillos que convertidos en túneles dentro de grandes naves, integran el centro comercial que ocupan una superficie total de 327 hectáreas con un volumen de 30 mil toneladas y con capacidad de almacenaje de 122 mil toneladas, transportadas diariamente por 52 mil vehículos de todos los tonelajes.

 
Se calcula que la afluencia de visitantes en su mayoría comerciantes menoristas, asciende a 300 mil diarios, atendidos por una población de 70 mil empleados ubicados en diversas actividades. Verdaderamente es interesante contemplar el movimiento interno que es comparable con un verdadero museo de productos, pero con mucho mayor número de visitantes que transitan sus largos pasadizos con carritos manuales de todos tamaños cargados con mercancía diversa, tripulados por los famosos “diableros” para su transporte y cuyo nombre se originó en el barrio de la Merced, por el uso de su carretilla o diablo, organizados por una Agrupación autorizada por el propio Centro Comercial, que les otorga una licencia a los operadores para trabajar en sus instalaciones.

 
Y pasando a cosas más agradables, los precios son inconfundibles como los más bajos de la ciudad de México, los antojos como los tamales son los mejores que he comido, las cemitas o tortas originadas en Puebla, el café, la fruta en general,  los tlacoyos y sus derivados y otros tantos alimentos que son clásicos en sus pasillos y expendios autorizados para ello, son suficientes y sirven para hacer menos pesado el tiempo que sea necesario para realizar “la compra”.

 
Algo que es muy importante mencionar es que a pesar de esta abundancia de productos y el flujo de dinero que se maneja en ese lugar, la seguridad es impresionante, toda la gente está ocupada en sus quehaceres propios y el servicio de vigilancia es muy discreto. Algunos carritos móviles de la policía se observan con discreción en su recorrido.

 
Es posible que muchos de los habitantes de esta Ciudad, no conozcan estas instalaciones y vale la pena visitarlas para tener una idea  de la forma en que se maneja un verdadero mercado donde acude toda una variedad de personas con deseos de realizar sus compras de abasto de víveres, sabiendo que sus ahorros son considerables.
 

 

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