jueves, 13 de agosto de 2015

DESAYUNOS CON ENTRAÑABLES AMIGOS.


Amigos desder hace 60 años.
El día de hoy tuve la oportunidad de ir a un desayuno con los compañeros de la Generación 54-58 de la Escuela profesional o sea que nos conocemos desde hace sesenta años cuando jóvenes estudiantes nos reuníamos diariamente en la escuela, preocupados por: las clases, los exámenes, las vacaciones, las fiestas y diferentes actividades que compartimos en este México tranquilo de los años cincuenta que nos dejó gratos recuerdos y varias vivencias que en estas fechas vienen a nuestra memoria y son motivo de nuestras pláticas en las reuniones de café que convivimos en la actualidad.

 

Estos desayunos que en ocasiones se convierten en comidas, se organizaron en los años  noventa y ocho, cuando celebramos el cuarenta aniversario de la Generación con una comida baile y una numerosa asistencia de compañeros y sus familiares, cuya fiesta resultó un éxito para los organizadores que lograron reunir a compañeros que radican en el interior del país, así como varios integrantes del grupo que viviendo en esta ciudad no habíamos tenido oportunidad de convivir en esos eventos.

 

En mi caso tuve oportunidad de reincorporarme a este grupo, ya que por actividades profesionales, permanecí ausente por cuestiones de trabajo en otras instituciones y no me permitían  participar activamente con mis compañeros de generación.

 

El desayuno del día de hoy se llevó a cabo en franca camaradería (como usualmente se hace cada mes) con una asistencia de diez compañeros, casi todos dedicados a nuestras actividades propias. A estas fechas, estamos rebasando la edad de los ochenta años y pocos compañeros a punto de llegar a ella; situación que nos produce mucha alegría porque después de una vida realizada, somos afortunados al seguirnos reuniendo, con el gusto de seguir evocando: recuerdos, pasajes y vivencias, después de que cada uno de nosotros construyó su propio destino integrando una familia, que finalmente es la que nos queda con la satisfacción de ver hijos formados profesionalmente que están realizando su propia vida para su  satisfacción y de nosotros mismos.

 

Muchos jubilados obligados a no hacer nada deben tener reservas de carácter para ocupar sus espacios de tiempo en relaciones útiles. Yo dedico parte de mi tiempo a dar servicio a  un grupo de 60 ancianos en una casa hogar, procurando hacerles la vida más placentera en la “Casa hogar Matías Romero” donde disponen  de todos los servicios necesarios para su atención y dándoles un cuidado que no denigre su situación de “ancianos”.

 

 Con mi grupo de compañeros abordamos toda clase de pláticas y cuando se ha dicho y hecho, los placeres de la vejez son de naturaleza más perdurable. Recapacitamos cuando nos ocurre el gran  mal que afecta a la vejez que son los decesos de los amigos. Por mucho tiempo nos reuníamos en estas fechas hasta 20 compañeros; las filas de nuestra generación se rompen cada vez más y por nuestros corredores llegan a pasar aires fríos. Cada uno de nosotros se conduele cuando se va un amigo, aunque al lamentar su ausencia se aprende a revalorar el pasado en el que pensábamos con indiferencia y lo único que permanece es su grato recuerdo que nos fortalece para continuar la vida.

 

 

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