jueves, 24 de julio de 2014

¿HA HABLADO DE DIOS CON SUS HIJOS?

Esta es una preocupación que tiene inquietos a muchos padres de familia, a pesar de que sienten la confianza de comentar cualquier tema con sus hijos, pero cuando se trata de algún aspecto abstracto como es la divinidad, no saben cómo deben iniciar una plática, sabiendo de antemano que es muy importante satisfacer esta necesidad que es parte de la formación de sus hijos.

Muchas veces los padres dan a sus hijos una preparación sobre conocimientos que consideran muy necesarios como pueden ser: la música, los conocimientos de computación, el estudio de otro idiomas y materias que consideran muy importantes, pero al no saber iniciar un tema relacionado con la fe, olvidan lo que dicen y hacen, sin dejar una huella duradera en el conocimiento de sus hijos.

Muchos expertos en religión, son de la idea que deben esperar a que los hijos sean los que aborden ese tema en diversas preguntas a sus padres y es el momento adecuado para hablar de Dios con mucha naturalidad a sus hijos. Hablar a los hijos sobre temas divinos les infunde mucha confianza y seguridad, sobre todo si sus padres son los que deben asesorar y hacerles reflexionar cuando una parte del alma y sentimiento infantil está ávida de diversas interrogantes de fascinación y misterio.

Tengo un amigo que me comenta que cuando su hija era pequeña, le preguntó alguna vez: ¿Cómo podría ver a Dios? Y él con mucha tranquilidad le respondió ¡Dios es como el viento, no lo podemos ver pero sí lo podemos sentir!. Y esa plática le dio pauta para continuar platicando que Dios está en nuestros corazones y es una forma en que nos permite querer y respetar a nuestros semejantes.

Deben establecerse las bases para que los hijos  entiendan la idea del amor y el cuidado divinos que es una idea importante que debe transmitirse sobre Dios, indicándoles que Él siempre está con nosotros, que nos acompaña a todas partes y que no nos abandona en ninguna búsqueda ni en ninguna lucha por difícil que ésta sea.

Es importante estar pendiente cuando los hijos dejan atrás la infancia, porque empiezan a sufrir cambios radicales que se reflejan no solo en su organismo, sino también en su manera de pensar y con ello empiezan a sentirse con mayor independencia y es cuando debe dejarse en ellos las ideas fijas sobre Dios. Sobre todo porque serán ellos mismos los que empiezan a forjarse su propia idea de la divinidad, afirmando las ideas de su formación religiosa que le servirá para guiar su vida en un futuro cercano y lejano a la vez.

Los muchachos ya en plena adolescencia y al formarse su propio juicio sobre temas religiosos, se rebelan ante las enseñanzas religiosas y es el momento de dejarles en libertad para que reaccionen con sus ideas, considerando que los principios ya se los hemos inculcado desde pequeños y esa manera de pensar puede ayudarles en forma natural, a que sus reacciones sean de acuerdo a sus sentimientos; es la mejor forma en que se les puede dejar que operen de acuerdo con su “libre albedrío”.

Al final habremos dado a nuestros hijos la seguridad de que Dios existe y que es una herramienta moral que les puede servir espiritualmente para toda su vida.

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