Esta
es una preocupación que tiene inquietos a muchos padres de familia, a pesar de
que sienten la confianza de comentar cualquier tema con sus hijos, pero cuando
se trata de algún aspecto abstracto como es la divinidad, no saben cómo deben
iniciar una plática, sabiendo de antemano que es muy importante satisfacer esta
necesidad que es parte de la formación de sus hijos.
Muchas
veces los padres dan a sus hijos una preparación sobre conocimientos que
consideran muy necesarios como pueden ser: la música, los conocimientos de
computación, el estudio de otro idiomas y materias que consideran muy
importantes, pero al no saber iniciar un tema relacionado con la fe, olvidan lo
que dicen y hacen, sin dejar una huella duradera en el conocimiento de sus
hijos.
Muchos
expertos en religión, son de la idea que deben esperar a que los hijos sean los
que aborden ese tema en diversas preguntas a sus padres y es el momento
adecuado para hablar de Dios con mucha naturalidad a sus hijos. Hablar a los
hijos sobre temas divinos les infunde mucha confianza y seguridad, sobre todo
si sus padres son los que deben asesorar y hacerles reflexionar cuando una
parte del alma y sentimiento infantil está ávida de diversas interrogantes de
fascinación y misterio.
Tengo
un amigo que me comenta que cuando su hija era pequeña, le preguntó alguna vez:
¿Cómo podría ver a Dios? Y él con mucha
tranquilidad le respondió ¡Dios es como
el viento, no lo podemos ver pero sí lo podemos sentir!. Y esa plática le
dio pauta para continuar platicando que Dios está en nuestros corazones y es
una forma en que nos permite querer y respetar a nuestros semejantes.
Deben
establecerse las bases para que los hijos
entiendan la idea del amor y el cuidado divinos que es una idea
importante que debe transmitirse sobre Dios, indicándoles que Él siempre está
con nosotros, que nos acompaña a todas partes y que no nos abandona en ninguna
búsqueda ni en ninguna lucha por difícil que ésta sea.
Es
importante estar pendiente cuando los hijos dejan atrás la infancia, porque
empiezan a sufrir cambios radicales que se reflejan no solo en su organismo,
sino también en su manera de pensar y con ello empiezan a sentirse con mayor
independencia y es cuando debe dejarse en ellos las ideas fijas sobre Dios. Sobre
todo porque serán ellos mismos los que empiezan a forjarse su propia idea de la
divinidad, afirmando las ideas de su formación religiosa que le servirá para
guiar su vida en un futuro cercano y lejano a la vez.
Los
muchachos ya en plena adolescencia y al formarse su propio juicio sobre temas
religiosos, se rebelan ante las enseñanzas religiosas y es el momento de
dejarles en libertad para que reaccionen con sus ideas, considerando que los
principios ya se los hemos inculcado desde pequeños y esa manera de pensar
puede ayudarles en forma natural, a que sus reacciones sean de acuerdo a sus
sentimientos; es la mejor forma en que se les puede dejar que operen de acuerdo
con su “libre albedrío”.
Al
final habremos dado a nuestros hijos la seguridad de que Dios existe y que es
una herramienta moral que les puede servir espiritualmente para toda su vida.
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