martes, 5 de agosto de 2014

LA FELICIDAD NO CAE DEL CIELO.

Esta expresión es tan conocida como cierta y para demostrarlo, hagamos un pequeño ejercicio sobre algo: ¿Cuándo fue la última vez que esbozaste una sonrisa en tu rostro, la sonrisa en el estómago, la alegría en el corazón y una plenitud de sentirte vivo?”  Tal vez ya no lo recuerdes y eso puede ser lo más común, da la impresión que estamos viviendo dentro de un mundo lleno de preocupaciones o en una competencia de que “más es mejor”, la alegría y la diversión parece que se nos ha borrado de nuestras actividades que realizamos diariamente en forma normal.

Es por eso que las librerías  venden varios libros que con cualquiera de ellos encuentras la plenitud para ser feliz y resulta significativo que se vendan tantos cursillos para enseñar a reír y pasarla bien. Es una resultante que dice mucho de nuestra sociedad actual y una forma de vida que se desarrolla tan rápido, sobre todo en ciudades grandes como puede ser el caso de esta ciudad capital; nos demuestra que hemos perdido la capacidad para valorar debidamente tres dones que hemos recibido y que poco practicamos como son: la alegría, la posibilidad de reír y el goce.

Además el mismo medio en que nos desenvolvemos, nos obliga a vivir en una sociedad racional, lógica, metódica y muy estructurada. ¿Cómo debemos aprender a ser felices cuando vivimos con tanta tensión? Al menos eso es lo que ocurre con las gentes que tratamos en nuestros diferentes medios de grupos sociales. Yo recuerdo en alguna plática donde se tocaba el punto de la felicidad, al término de la misma una mujer se levantó y exclamó “¡Qué lástima que mi esposo no estuvo presente en esta plática! Ella hizo la aclaración que lo amaba, pero explicó que le resultaba difícil vivir con alguien eternamente infeliz. –El orador le pudo explicar lo que había estado buscando: las razones altruistas- amén de las personales- por las que debemos tomar en serio el concepto de felicidad.

-Todos tenemos el compromiso con nuestros familiares y amigos frecuentes de ser tan felices como podamos; y le puso el caso de preguntarle a cualquier hijo ¿qué se siente vivir con un padre infeliz? o preguntarle a una madre ¿cuánto le duele la desdicha de un hijo? Cualquiera puede ser infeliz, no se necesita hacer ningún esfuerzo para serlo, lo verdaderamente meritorio consiste en luchar por ser feliz.

El concepto de esforzarse por ser feliz sorprende a mucha gente, porque piensan que la felicidad es un sentimiento resultante de las cosas buenas que nos suceden, las cuales casi nunca dependen de nosotros. Y lo cierto es que existe muy poca relación entre lo que uno hace o está viviendo y su felicidad. Puede ser todo lo contrario: la felicidad depende en gran parte del combate que nosotros damos y que con nuestro esfuerzo debemos ganar y no un sentimiento o una cruzada de buena suerte que esperamos  caiga del cielo.

Es necesario realizar nuestro propio esfuerzo y lograr nuestros fines propuestos, sin hacer comparaciones con otras personas a las que nosotros consideramos o nos imaginamos son más felices que nosotros: un pariente, un amigo o alguna otra persona a la que apenas conocemos. Personas que siempre nos platican sus hazañas que les permitieron premios o éxitos sobresalientes en los negocios, en su vida personal que pueden dejarlo a uno boquiabierto al conocer sus proezas. Cuando nos enteramos un poco más de su vida, conocemos puntos difíciles que han rebasado y nosotros creyendo que nunca habían probado la tristeza.

Debemos tener una creencia fija en algo permanente que nos trasciende el convencimiento de que nuestra existencia dispone de un conocimiento profundo. Necesitamos fe espiritual o religiosa, o una filosofía de la vida. Y debemos tener en mente la siguiente sentencia: “si resuelves fijarte en lo positivo, serás afortunado, si resuelves fijarte en lo negativo, serás desdichado” al igual que con la felicidad. Tú lo decides.



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