jueves, 8 de mayo de 2014

ENSEÑEMOS VALORES NO CULPAS.

Ya hace algunos ayeres cuando niños estábamos llenos de energía y siempre con deseos de vivir, jugando y corriendo con otros niños de nuestra infancia, con quienes dejando un juego ya estábamos iniciando otro de encantados o de escondidas, y muy a pesar de nuestro esfuerzo, nunca nos cansábamos y menos nos aburríamos. En nuestra infancia todos conocimos una inagotable serie de sentimientos positivos, tales como: alegría, risa, curiosidad, sorpresa, confianza en el mundo y aventura que fueron pilares en nuestro crecimiento.

En esas fechas no se conocía la televisión y como aparato de entretenimiento teníamos el radio, despertando en los adultos la envidia por nuestra manera inocente de ver la vida, siendo niños no contaminados porque en aquellas fechas no había niños con estrés, más bien al contrario todos llenos de encanto y curiosidad que siempre gozábamos de algún entretenimiento y dispuestos a realizar cualquier actividad.

Hago estos comentarios sin pensar siquiera que los tiempos pasados fueron mejores o no, pero sí pude darme cuenta de que en el “día del niño” muchas celebraciones cayeron en excesos como casi se ha hecho costumbre en los últimos años. Por eso no puedo entender aun, el afán de muchos padres actuales, de la poca atención que dedican a sus hijos ya que sabemos que la formación recibida en los primeros años de vida tanto en la escuela y sobre todo en su casa, son los principios en los que definirán su vida para siempre.

La jerarquía de valores se ha perdido o por lo menos parece estar ausente actualmente en los niños, al saludar, despedirse, dar las gracias, respeto hacia los adultos y lo ajeno no está pasado de moda, aunque los actuales papás digan que ahora los niños no hacen nada de eso, y no lo hacen porque nunca les han enseñado a hacerlo. Lo que se dice en la escuela es aplicable al hogar, al transmitir principios a los hijos sin inspirarles complejos de culpa; los padres necesitan distinguir lo trivial de lo importante, la simple costumbre del valor auténtico.

Las nuevas generaciones de padres de ese corte, habitan en la clase media, media alta o alta y son preparados, ambiciosos, hábiles, con confianza en ellos mismos, aunque son cínicos, tensos, tienden a la depresión y se sienten solos sin amistades relevantes. Tú puedes observarlos y tal vez no se puede generalizar pero muchos de ellos pueden ser sobreprotectores y complacientes y otros consideran que la felicidad se la pueden dar ellos a sus hijos y para conseguirlo sacrifican cualquier otra cosa, incluida la educación, para evitar contrariedades y malos momentos a sus pequeños.

Me he dado cuenta en lugares públicos como son los restaurantes, donde sus pobrecitos niños se divierten en grande, sin darse cuenta que molestan a otras personas, gritan desaforádamente, ignorando lo que sus padres les dicen, quienes ni siquiera se preocupan en llamarles al orden, porque prefieren que sus hijitos crezcan libres y espontáneos.


Qué lástima que cuando esos padres no fijan los límites a sus hijos en horas tempranas, dejan de hacerlo para no quebrantar los sentimientos de sus niños y no interrumpirles la felicidad del jovencito o del adolescente, pero con ello están creando un ser débil incapaz de resistirse a la tentación cuando algún grupo organizado lo invite a encontrar la felicidad en el tabaco, el alcohol o las drogas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario