martes, 15 de abril de 2014

TRADICIONES FAMILIARES.

Considero a mi familia en un círculo especial que puede estar cubierto de amor y prosperidad a los que están con vida y a los que no lo están con el recuerdo grato de una imagen positiva y sana de cuando estaban vivos. Visualizo unas experiencias maravillosas y con mucha armonía, que todo ello lo manejo con el mejor sentido para todos nosotros y me siento muy complacido y feliz de formar parte de la red permanente de amor que siempre nos ha unido. Reconozco que mis antepasados hicieron lo mejor que sabían hacer con el entendimiento y el conocimiento que poseían en esas fechas azarosas que les tocó vivir con el entendimiento y el conocimiento que tenían. Por mucho tiempo dejé pasar las diferentes limitaciones de mi familia, despertando poco a poco  a las nuevas circunstancias de mi época y adaptándome a ritmo de la divina armonía.

Para mí, las reuniones familiares son oportunidades para desarrollar la tolerancia y la entereza que permiten conocer un poco mejor a las personas, sobre todo en esta época que se vive tan rápido y en ocasiones disponemos de poco tiempo para disfrutar con ellos, aquellos momentos recorridos que ahora solo forman parte de nuestros gratos recuerdos que cada quien acomoda para formar parte de un relato oportuno de alguna vivencia grata como un pasaje ocurrido.

Y hago esta narración porque dentro de la familia de mi esposa han seguido la costumbre por muchos años, (tal vez doce o más), de reunirse a manera informal y voluntaria a un desayuno mensual y corresponde al segundo sábado de cada mes en un céntrico restaurant de esta ciudad capital, donde con una breve pero oportuna reservación asistimos de veinte a veinticinco integrantes, con el mejor deseo de intercambiar opiniones de diferentes temas que de ninguna forma podríamos enterarnos si no existieran estas reuniones mensuales que siempre son con el menor ánimo del reconocimiento familiar y el amor existente a los familiares que integraron la primera generación, la cual ya no existe, pero ahora se encuentra representada por la segunda generación, con asistentes de la tercera y cuarta descendencia.

 En este campo se observan contrastes de diferente forma de pensar, porque a pesar de que se han editado cronologías con información de que los integrantes de esta familia suman trescientos noventa, lo cierto es que asiste un grupo reducido, del que siempre he tenido la idea de que la familia se reduce a los asistentes que tienen interés en continuar la unión y hacen el esfuerzo de acudir en un día de asueto como lo es el día sábado, sacrificando un par de horas de sueño para poder asistir.

Varias familias de este tronco común, radican en diversos lugares de provincia, así como otros que la vida los ha llevado a vivir en el extranjero, y en esos casos existen descendientes que no les conocemos y poca información disponemos de ellos. Valga para ellos si se enteran,  que el punto de reunión es permanente en esta ciudad capital y si llegan a enterarse de este blog, reciban un cordial y cariñoso saludo con el mejor deseo que sean muy felices.

Nuestro país se ha distinguido porque siendo la familia un núcleo importante, sigue unida y organiza reuniones frecuentes con sus consanguíneos cercanos y aun viviendo en el extranjero, permanecen los nexos familiares de por vida. En esta ciudad es frecuente ver reuniones de familias pequeñas y numerosas que se reúnen en restaurantes de diversos niveles, conviviendo y disfrutando de ese inigualable tesoro que se hereda de nuestros antepasados que es el amor filial. Así mismo, son reuniones que se organizan en hogares paternos con la misma finalidad, como una herencia de las tradiciones y costumbres mexicanas que mucho nos distinguen de muchos otros países.


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