Isaac Newton. |
Recuerdo
que en mis clases de física en la escuela primaria y de esto hace ya varios
años, me enseñaron mis maestros que Newton había descubierto la gravitación estando recostado a la sombra de
un árbol observando el azul cielo, y por casualidad vio caer una manzana al
suelo.
Con
el paso de los años y en la capacitación de otros cursos superiores, me enteré
que lo de la manzana fue solamente un mito,
porque Newton considerado el principal y más genial científico del mundo
moderno, era también un místico apasionado y uno de los últimos más grandes
magos.
Newton
practicaba la alquimia y se interesaba por el ocultismo. En realidad sus
grandes teorías surgieron a base del crisol y junto al fuego
del
alquimista.
Por
desgracia siembre estuvo obsesionado y vivió una existencia solitaria y
retraída en su búsqueda espiritual, temeroso de que si se descubrían sus
prácticas alquímicas y su pasión por la magia quedarían desacreditadas sus
contribuciones científicas que incluían la alquimia intelectual que
transformaría la visión humana del universo.
Tampoco
era el puritano idealista que siempre nos han presentado, sino un hombre de
carácter torturado y obsesivo que ponía en peligro su salud en su aspiración
permanente de entender el universo a través de todos los medios a su
disposición.
Entre
tales medios se contaban el estudio de la Biblia como texto adivinatorio en
lugar de como dogma, la práctica de la magia natural, el recurso a la
astrología y a la numerología cuando desarrollaba experimentos matemáticos y
sobre todo de desvelar los secretos del cosmos mediante la alquimia considerada
por la iglesia como la más oscura y peligrosa de las prácticas mágicas.
Por
increíble que parezca, existen semejanzas entre la decisión de Newton de desoír
la Llamada divina y ocultar su atracción por la alquimia, debido a presiones
culturales y sociales.
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