Esta
expresión puede ser una frase muy común para las personas que están
acostumbradas a ahorrar y que ven muy diferente ir de compras a las grandes tiendas cuando se sienten deprimidos.
Ellos no compran para sentirse mejor y con ello sentirse más tranquilos, porque
son capaces de visitar las grandes rebajas anunciadas en ventas nocturnas y salir de grandes almacenes sin haber comprado
nada. En estos casos los ahorradores se preguntan antes de comprar ¿En realidad
necesito este producto? ¿Puedo prescindir de él? ¿Verdaderamente está en
precio? Porque ellos no gastan en forma innecesaria a menos que se vean
obligados a realizar la compra.
Sería
interesante que hicieras un ejercicio para calcular el dinero que has ganado en
toda tu vida, si haces una estimación de los empleos que has desarrollado,
calculando tus ingresos. Te asombrarías de conocer la cifras del importe en
efectivo que ha pasado por tus manos, si consideras tu independencia económica
en relación con el dinero.
Puedes
considerar que el dinero no es la parte más importante por la que canjeas tu
energía vital, tomando en cuenta el tiempo que disponemos para permanecer acá
en la tierra en relación al plazo que nos ha sido asignado. Es un plazo
limitado y que nunca más podrás recuperar, porque la forma en que se utiliza representa
el propósito de tiempo que tenemos en la tierra.
Puede
parecer increíble este razonamiento pero aplicado a la definición que se puede
dar al dinero, puedes llegar a alterar la experiencia de ir de compras, porque:
¿Podrás valorar el importe de la compra por el número de horas de tu vida?
Un
pequeño muestreo puedes hacerlo si durante una quincena elaboras un listado de
todos tus gastos grandes o pequeños y si los pagos han sido con efectivo, tarjeta de crédito o cheque y
determinas comprobar la finalidad dónde se va ese dinero, mediante un listado
de conceptos, como pueden ser: gastos necesarios, superfluos, caprichos,
despilfarros y finalmente valoras: ¿Cuánta energía vital has gastado? ¿Valió la
pena hacerlo? ¿Cuáles son gastos innecesarios? ¿Consideras una satisfacción o
tristeza? ¿Eliminarías alguno que te produjo frustración
Como
complemento de ese ejercicio determina un total de los gastos que consideras
innecesarios y que pudiste haber renunciado a ellos porque al determinar su
importe, pueden causarte desilusión. Ahora para justificar tu fracaso, puedes
multiplicar esa misma cifra por doce, para conocer la cifra total que pudiste
haber ahorrado, para aplicarlo a otro renglón más importante que te podría
haber causado satisfacción o que simplemente pudiste haber considerado sin
ningún esfuerzo como un ahorro.
Esta
es una forma en que puede pensar un “ahorrador”
con planes de hacerlo con un “interés
compuesto” que le permita utilidades en un plazo determinado y puede
originar un capital como muchos “emprendedores”
han hecho y que con una combinación de oportunidades y conocimientos, han
sido origen de la formación de un capital que ha sido el inicio de verdaderas
fortunas, como ha ocurrido en personas que han dedicado la aplicación de su “energía vital” representada en negocios
que podemos leer en sus biografías de grandes hombres de empresa; todo consiste
en tomar una decisión, trazar un proyecto y seguirlo … ¿Lo has intentado?
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