Gente en La Villla. |
El día
de ayer leyendo un diario local, localicé el artículo de un editorialista que
se refería a un hombre de apariencia humilde como de 80 años que conducía un
taxi destartalado en una calle céntrica de esta Ciudad de México en cuya
calcomanía vio que se llamaba Celedonio, era uno de esos choferes conversadores
que empezó a hablar tan pronto estuvo a bordo.
Conduciendo,
vio un ciclista que por poco atropella a un trabajador de limpia en la ciclo
pista, iba en circulación tan rápido y
sin precaución. Sus manos estaban deformadas por la artritis y un cubrebocas le
impedía verle el rostro y le preguntó: “Le dio una gripe fuerte ¿Verdad?. Él
volvió el rostro y respondió “No es cáncer”.
El hombre
le mostró su buen humor y disposición para realizar su trabajo con agrado y le
comentó: “Recuerdo cuando era chamaco había unos niños con su papá ahí por donde yo vivía. Les habían
comprado unas bicis nuevas y yo los veía andar y divertirse. De repente el papá
que se veía bien vestido le dijo a uno de sus hijos que se bajara de la bici y
me la prestara… Yo no lo podía creer. Todavía me acuerdo de lo bonito que fue
para mí andar en bicicleta. Y eso que fue hace muchos años”
Le
manifestó de su enfermedad y el tratamiento y lo difícil que era trabajar en
esas condiciones pero que le gustaba hacerlo, si no de que iba a vivir. No hay
jubilación para la gente pobre, para la gente realmente trabajadora.
Cuando
llegó a su destino el taxímetro marcaba l8 pesos y le pagó con un billete de 50
y él empezó a buscar cambio. Pero le dijo que no se molestara. El hombre se
persignó y le dijo “Dios se lo va a
multiplicar” “Dios lo bendiga. Él va a ser muy generoso con usted. Yo lo sé.
Tengo muy buena relación con Dios”.
El
periodista escribe que no es muy religioso pero que cuando bajó del taxi se
sintió protegido con la bendición de Celedonio, un hombre que a los 80 años
trabaja por necesidad que debe cubrirse el rostro para ocultar una herida de
cáncer que aprovecha su cercanía con Dios para pedir no por él sino por un
pasajero que acaba de conocer.
Siempre
he tenido la impresión entre tanta gente que vemos en la calle, existe gente
muy buena y de buenos sentimientos que muchas veces comparte lo poco que tiene
para ayudar a otros. Aunque sea una corta oración, no la oculta ni la esgrime para brindarla a
otros desconocidos. Yo viajo con frecuencia en el Metro y en forma inesperada
veo jóvenes sobre todo mujeres y adultos en igual forma, que amablemente me
ceden su lugar, con atenciones para un adulto mayor que soy y además de dar las
“Gracias” mando muchos beneficios para esas personas bondadosas.
Nos
dejamos llevar por las noticias diarias que difunden información negativa y
narran siniestros y percances, sin considerar que también existe gente buena
que con sus acciones ayudan a otras personas a vivir y afortunadamente es la
mayoría que en forma anónima son “héroes” que luchan en forma desesperada para
beneficio de otras personas.
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