miércoles, 5 de octubre de 2016

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA ES UN MILAGRO.

Niños en Nigeria.
La semana pasada me impactó una noticia de que decenas de niños en Nigeria están en riesgo de morir por la hambruna provocada por la violencia de un grupo islámico. La UNICEF alertó que podrán ser hasta 75.000 menores que fallezcan por ese motivo ya que varias familias nigerianas apenas pueden comer una vez cada tercer día según información que la violencia ha dejado a millones de personas sin comida.

Tal vez a mucha gente de nuestro continente no se impresione mucho de esa información porque afortunadamente nosotros no sabemos de esas necesidades, porque hasta en los lugares más humildes se dispone del pan nuestro de cada día.

Tengo un leve recuerdo de la segunda guerra mundial cuando los ataques recrudecían en forma inesperada. Nos llegaban noticias de que a pesar de las reservas que tenían de comida, la tenían que racionar al grado que comían una vez al día y a veces esa dieta consistía en un plato de arroz o un pedazo de pan, por la escasez de medios de abastecimiento.

La mayoría de nosotros comemos tres veces al día como mínimo y ¿Con qué frecuencia vemos satisfecha nuestra ansia de comer? Sin embargo considero que el hambre es sagrada estamos destinados a tener hambre diariamente y de poder satisfacerla de acuerdo a la plegaria divina de agradecer a la  providencia de poner el pan nuestro en la mesa, aun sin merecerlo.

Comer una vez cada tercer día ha de ser una tortura completa, sobre todo cuando los niños están sujetos a este régimen, se ven cuadros de niños terribles, muriéndose por grupos; o bien niños desnutridos que únicamente reflejan los huesos en su pequeño cuerpo que está en crecimiento y necesita una nutrición suficiente para su desarrollo.

Tal vez en nuestro país no hemos estado preocupados por alguna crisis de hambre o algo parecido, nuestros abuelos se pasaban la vida trabajando jornales de diez a doce horas diarias en el campo, en el taller o en la fábrica para tomar una alimentación no muy completa y no pensaban tanto en sus traumas porque ni siquiera los tenían.

La semana pasada asistí a un desayuno, donde un grupo de amigos platicaba y precisamente una pareja de unos 40 años ella y 55 él, y decían: ¿Es usted feliz Miguel?
-Pues…sí, Creo que sí. Tengo buena salud, como bien, un trabajo agradable, una casa grande.
-A las mujeres nos inculcaron la idea de que o tienes un gran amor o te falta algo.
-Sí, y a todos, hombres y mujeres nos inculcaron la idea de que es necesario ser feliz. Cuando mis padres eran jóvenes, eso de la felicidad no existía, tenían lo necesario. Eso no existía.
-Sí, la felicidad es un invento actual. Y ¿Usted pasa hambre?
-No, de ninguna manera. Tal vez en la TV me incluyo a todos los inventos modernos.
  
Es una preocupación que en otras partes del mundo existan grupos de gente muriéndose de hambre y en cambio otros países que desperdician la comida en forma desmesurada y ni siquiera se preocupan por el problema del hambre porque nunca lo han sufrido.






























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