En
nuestras vidas existen tantas cosas a nuestro alrededor que tal vez por la ceguera de la costumbre no podemos
percibir debidamente de lo que estamos rodeados, por esa razón en alguna
ocasión, se me ocurrió echar una ojeada a mi alrededor y pude darme cuenta de
todas las bondades de que disponemos sobre la tierra y yo me había negado a
disfrutar por no apreciar mi entorno.
Me
sorprendí al comprobar que no había prestado atención a todo aquello antes, si
no era de una forma muy superficial. Me había limitado a mirar por encima de
determinadas cosas que tenía a la mano y me ocurrió lo que a la mayoría,
disponía de la inmensa capacidad de no apreciar las cosas como es debido, es una
de las peores formas de atacar nuestra calidad de vida.
Cuando
no apreciamos lo que se nos ofrece, no podemos admirar todo el panorama que
constantemente tenemos delante y eso nos trae como consecuencia de vivir la escasez en vez de vivir la abundancia, lo que equivale a pensar que
desde muy niños estamos acostumbrados a tener enfrente las riquezas del mundo y
en cambio no somos capaces de verlas. ¿Y por qué no las vemos? Porque los seres
humanos funcionamos a base de hábitos, o sea que centramos nuestra atención en
lo que la vida tiene de terrible y prescindimos de lo que tiene de maravilloso.
Si
logramos invertir ese funcionamiento, dejar de fijarnos en lo que tiene de
terrible. (y centrar solamente nuestra atención en lo que tiene de maravilloso).
Sabemos que ese cambio no es fácil y esta actividad puede convertirse en uno de
nuestros mayores desafíos porque los viejos hábitos son muy difíciles de sembrarlos
y olvidarnos de ellos. Pero por nuestra propia conveniencia debemos
abandonarlos para establecer un cambio que nos favorece en todos sentidos.
Del
mismo modo que los hábitos negativos nos asaltan continuamente cada día,
también lo hacen los pensamientos positivos que podemos darles forma por medio
de la meditación, del movimiento creativo y buscar los momentos adecuados para
el propio cuidado que pueda proporcionarnos satisfacción. Todos estos conceptos
en conjunto pueden convertirse en hábitos positivos que siempre nos producen
bienestar. He descubierto que cuando me tomo veinte minutos para tranquilizarme
y sumergirme en mi interior, tomo unos momentos para descansar, ordeno mis
ideas y con una corta meditación me pregunto ¿cómo conseguir mi próxima tarea
que resulte más agradable?, mis necesidades disminuyen.
En
nuestras vidas existen simultáneamente la
abundancia y la carencia como realidades paralelas. Nosotros decidimos
libremente qué campo decidimos cuidar. La maleza invisible que nos impide
avanzar, son nuestros propios pensamientos. Cuando decidimos no pensar en lo
que nos falta sino en la abundancia de que gozamos; -centrado en el amor, la
salud, la familia, los amigos, el trabajo y nuestras aficiones personales-, el
páramo desaparece y empezamos a experimentar una gran alegría en nuestra vida
diaria que nos ayuda en fortalecer nuestro ánimo y tomar decisiones que
verdaderamente nos convienen para conseguir nuestra felicidad que tanta falta
nos hace en estas épocas de tanta actividad manifiesta.
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