Ya
hace algunos ayeres cuando niños estábamos llenos de energía y siempre con
deseos de vivir, jugando y corriendo con otros niños de nuestra infancia, con
quienes dejando un juego ya estábamos iniciando otro de encantados o de escondidas,
y muy a pesar de nuestro esfuerzo, nunca nos cansábamos y menos nos aburríamos.
En nuestra infancia todos conocimos una inagotable serie de sentimientos positivos,
tales como: alegría, risa, curiosidad, sorpresa, confianza en el mundo y
aventura que fueron pilares en nuestro crecimiento.
En
esas fechas no se conocía la televisión y como aparato de entretenimiento
teníamos el radio, despertando en los adultos la envidia por nuestra manera
inocente de ver la vida, siendo niños no
contaminados porque en aquellas fechas no había niños con estrés, más bien al contrario todos llenos de encanto y
curiosidad que siempre gozábamos de algún entretenimiento y dispuestos a
realizar cualquier actividad.
Hago
estos comentarios sin pensar siquiera que los tiempos pasados fueron mejores o
no, pero sí pude darme cuenta de que en el “día
del niño” muchas celebraciones cayeron en excesos como casi se ha hecho
costumbre en los últimos años. Por eso no puedo entender aun, el afán de muchos
padres actuales, de la poca atención que dedican a sus hijos ya que sabemos que
la formación recibida en los primeros años de vida tanto en la escuela y sobre
todo en su casa, son los principios en los que definirán su vida para siempre.
La
jerarquía de valores se ha perdido o por lo menos parece estar ausente
actualmente en los niños, al saludar, despedirse, dar las gracias, respeto
hacia los adultos y lo ajeno no está pasado de moda, aunque los actuales papás
digan que ahora los niños no hacen nada de eso, y no lo hacen porque nunca les
han enseñado a hacerlo. Lo que se dice en la escuela es aplicable al hogar, al transmitir
principios a los hijos sin inspirarles complejos de culpa; los padres necesitan
distinguir lo trivial de lo importante, la simple costumbre del valor
auténtico.
Las
nuevas generaciones de padres de ese corte, habitan en la clase media, media
alta o alta y son preparados, ambiciosos, hábiles, con confianza en ellos
mismos, aunque son cínicos, tensos, tienden a la depresión y se sienten solos
sin amistades relevantes. Tú puedes observarlos y tal vez no se puede generalizar
pero muchos de ellos pueden ser sobreprotectores y complacientes y otros
consideran que la felicidad se la pueden dar ellos a sus hijos y para
conseguirlo sacrifican cualquier otra cosa, incluida la educación, para evitar contrariedades y malos momentos a sus pequeños.
Me
he dado cuenta en lugares públicos como son los restaurantes, donde sus
pobrecitos niños se divierten en grande, sin darse cuenta que molestan a otras personas,
gritan desaforádamente, ignorando lo que sus padres les dicen, quienes ni
siquiera se preocupan en llamarles al orden, porque prefieren que sus hijitos
crezcan libres y espontáneos.
Qué
lástima que cuando esos padres no fijan los límites a sus hijos en horas
tempranas, dejan de hacerlo para no quebrantar los sentimientos de sus niños y
no interrumpirles la felicidad del jovencito o del adolescente, pero con ello
están creando un ser débil incapaz de resistirse a la tentación cuando algún
grupo organizado lo invite a encontrar la felicidad en el tabaco, el alcohol o las drogas.
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