Considero
a mi familia en un círculo especial que puede estar cubierto de amor y
prosperidad a los que están con vida y a los que no lo están con el recuerdo
grato de una imagen positiva y sana de cuando estaban vivos. Visualizo unas
experiencias maravillosas y con mucha armonía, que todo ello lo manejo con el
mejor sentido para todos nosotros y me siento muy complacido y feliz de formar
parte de la red permanente de amor que siempre nos ha unido. Reconozco que mis
antepasados hicieron lo mejor que sabían hacer con el entendimiento y el
conocimiento que poseían en esas fechas azarosas que les tocó vivir con el
entendimiento y el conocimiento que tenían. Por mucho tiempo dejé pasar las
diferentes limitaciones de mi familia, despertando poco a poco a las nuevas circunstancias de mi época y
adaptándome a ritmo de la divina armonía.
Para
mí, las reuniones familiares son oportunidades para desarrollar la tolerancia y
la entereza que permiten conocer un poco mejor a las personas, sobre todo en
esta época que se vive tan rápido y en ocasiones disponemos de poco tiempo para
disfrutar con ellos, aquellos momentos recorridos que ahora solo forman parte
de nuestros gratos recuerdos que cada quien acomoda para formar parte de un
relato oportuno de alguna vivencia grata como un pasaje ocurrido.
Y
hago esta narración porque dentro de la familia de mi esposa han seguido la
costumbre por muchos años, (tal vez doce o más), de reunirse a manera informal y voluntaria a un
desayuno mensual y corresponde al segundo sábado de cada mes en un céntrico
restaurant de esta ciudad capital, donde con una breve pero oportuna
reservación asistimos de veinte a veinticinco integrantes, con el mejor deseo
de intercambiar opiniones de diferentes temas que de ninguna forma podríamos
enterarnos si no existieran estas reuniones mensuales que siempre son con el
menor ánimo del reconocimiento familiar y el amor existente a los familiares
que integraron la primera generación, la cual ya no existe, pero ahora se
encuentra representada por la segunda generación, con asistentes de la tercera
y cuarta descendencia.
En este campo se observan contrastes de
diferente forma de pensar, porque a pesar de que se han editado cronologías con
información de que los integrantes de esta familia suman trescientos noventa,
lo cierto es que asiste un grupo reducido, del que siempre he tenido la idea de
que la familia se reduce a los asistentes que tienen interés en continuar la
unión y hacen el esfuerzo de acudir en un día de asueto como lo es el día sábado,
sacrificando un par de horas de sueño para poder asistir.
Varias
familias de este tronco común, radican en diversos lugares de provincia, así
como otros que la vida los ha llevado a vivir en el extranjero, y en esos casos
existen descendientes que no les conocemos y poca información disponemos de
ellos. Valga para ellos si se enteran, que
el punto de reunión es permanente en esta ciudad capital y si llegan a
enterarse de este blog, reciban un cordial y cariñoso saludo con el mejor deseo
que sean muy felices.
Nuestro
país se ha distinguido porque siendo la familia un núcleo importante, sigue
unida y organiza reuniones frecuentes con sus consanguíneos cercanos y aun
viviendo en el extranjero, permanecen los nexos familiares de por vida. En esta
ciudad es frecuente ver reuniones de familias pequeñas y numerosas que se reúnen
en restaurantes de diversos niveles, conviviendo y disfrutando de ese inigualable
tesoro que se hereda de nuestros antepasados que es el amor filial. Así mismo,
son reuniones que se organizan en hogares paternos con la misma finalidad, como
una herencia de las tradiciones y costumbres mexicanas que mucho nos distinguen
de muchos otros países.
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