Anónimo.
Para
aquellas ocasiones en que nos encontramos abrumados de preocupaciones y en
ocasiones cuando se nos presentan problemas irresolubles en la forma prevista,
no hay como llegar a la tranquilidad del hogar y en vez de pensar en aquellos
problemas que nos persiguen, lo mejor será tomar algún libro de aventura,
descansar cómodamente en el sillón favorito y hasta mullido por nuestro uso, y
con una lectura concentrada y muy lenta, darnos una terapia especial.
Hago
este comentario porque en días pasados tenía varios pendientes que atender y lo
que hice entonces fue seleccionar un libro, acomodarme en mi sillón de lectura
y pensando un poco en un descanso mental, dediqué mi tiempo a la lectura con
mucha tranquilidad. Dediqué un buen rato a leer “La piel del tambor” de Pérez Reverte disfrutando cada párrafo y
deteniéndome en cada expresión, en cada párrafo y en alguna palabra
reconstruyendo mentalmente cada escena mental de algún hecho relevante.
Estaba inmerso en la iglesia barroca de Sevilla y vivía con el autor; cuando me di
cuenta de la hora cerré el libro y me sentí muy tranquilo, renovado y sereno.
Al
día siguiente parecía recordar aun, aquél verbo de la fe; “Vosotros
estaréis tristes pero Yo os digo que vuestra tristeza se convertirá en gozo. Y
yo volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón. Y nadie podrá quitaros ya
este gozo…” La terapia me hizo bien, ya que aprecié mis
pendientes con otra óptica y llegué a la conclusión de que todos mis pendientes
se arreglarían satisfactoriamente y en consecuencia me tracé algunos planes
positivos acerca de los planes que ya tenía en mente.
Una
vez más la lectura super lenta me había dado no solo placer, sino también me
tranquilizó, haciéndome ver los problemas de la vida diaria en forma diferente,
gozando mejor un libro que ya había leído antes pero tal vez en forma
apresurada, sin darme cuenta de los contenidos que encierran fragmentos de
sabiduría en una novela ingeniosa, compleja y de fascinante trama, entendiendo
mejor al autor con su espectacular dominio de la ingeniería narrativa y de los
diversos géneros superpuestos, con contenido: de misterio, policíaco, historia,
romanticismo y aventura.
Yo
reto a cualquier lector, a que mediante la lectura veloz contenida en cursos
rápidos, entresaque de un buen libro, un pasaje tan importante como el que he
transcrito. Sería como tocar un disco de una obra de Mozart a una velocidad
distinta de la que le corresponde.
Cualquier
lector a una velocidad de leída normal, puede dar cuenta de El último Catón en poco tiempo. Pero omitirá
leer el libro en compañía del autor, como en otra ocasión lo hice yo con toda
calma, durante todo el tiempo como lo hice en el tiempo que tardé en leer sus
632 páginas disfrutando los códices del archivo secreto bajo el suelo del Vaticano,
donde la hermana Ottavia Salina, paleógrafa
de prestigio internacional recibe el encargo de descifrar los extraños tatuajes
aparecidos en el cadáver de un etíope, donde todas las sospechas están
encaminadas a que esos pedazos pertenecen a la verdadera cruz de Cristo.
Como
dice Lin Yutang: “Hay dos tipos de lectura: la que se hace por la presión de
los negocios y la que constituye un
lujo. Esta última tiene algo de placer secreto. Es como pasear por un
bosque en vez de ir al mercado. Uno vuelve a casa no con paquetes de tomates en
conserva, sino con la faz luminosa y los pulmones henchidos de aire puro”.
Cuando
tengo que vérmelas con un problema arduo y necesito despejarme la mente, me
tranquilizo primero y después me siento en mi sillón preferido en casa, leyendo
despacio y tengo la impresión de al hacerlo, haberme trasladado a un mundo
diferente cuando estoy deleitándome de los distintos lugares con la narrativa de
la novela, eso es lo que se persigue con la lectura super lenta. Inténtalo, te dará resultado.
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