miércoles, 9 de agosto de 2017

PROCUREMOS VIVIR AL MÁXIMO ¡HOY!


A veces las cosas funcionan tal como lo teníamos previsto, pero otras ocasiones no funcionan así. En ambos casos, el hecho de mantener las expectativas puede originarse grandes inquietudes y conflictos que retrasen una respuesta. Al inquietarnos en cuanto al futuro, quitamos importancia al presente.

En gran parte la medida de nuestra tranquilidad está determinada por nuestro interés de vivir en el momento presente, prescindiendo de lo que haya sucedido ayer o el año pasado, y lo que pueda o no ocurrir mañana, debemos tomar en cuenta que, ahora estamos en el presente. Y siempre ocurre así.

Sin duda, muchas veces hemos llegado a dominar la forma de pasar buena parte de la vida preocupados  porque puedan ocurrir muchas cosas, todas a la vez. Nos centramos en pensar que los problemas pasados y las preocupaciones futuras dominen nuestros momentos presentes, tanto que acabamos ansiosos, frustrados y desesperanzados.

Otras veces también posponemos nuestras prioridades y nuestra felicidad, convencidos de que algún día tendremos una vida mejor. Pero esa forma de pensar que nos dice que confiemos hacia el futuro, no hará sino repetirse, de manera que ese “algún día” no llegará jamás.

En este sentido dejamos a un lado las expectativas sobre cómo van a desarrollarse las cosas. Debemos relajarnos en la aventura de dejar fluir la vida, conscientes de que en líneas generales, la vida se está desarrollando a la perfección, sin que participemos en la respuesta.

Mucha gente vive como si la existencia fuese como un ensayo de alguna fecha futura. No lo es. De hecho no conozco a nadie que tenga la garantía de que estará aquí mañana. El día de hoy es el único que tenemos y por lo consiguiente el único tiempo sobre el que tenemos algún control.

Cuando la atención se concentra en el momento presente, apartamos el miedo de nuestra mente, ya que el miedo es una preocupación por acontecimientos que podrían ocurrir en el futuro, por ejemplo: el mal tiempo está por entrar a nuestra ciudad, conseguiremos nuestra pensión, nuestros familiares se encuentran en el extranjero, envejeceremos prematuramente, lo que sea.

¿Y si supiéramos que nuestra vida funcionará a la perfección a pesar del paso de la tormenta, aunque perdamos dinero en la pensión, nuestros familiares están en perfectas condiciones, y el envejecimiento es una función inevitable?

Cuando dejemos a un lado la expectativa de que los acontecimientos en nuestra vida sigan un camino determinado, podemos tener la tranquilizadora idea de que todo se desarrolla a la perfección, independientemente de lo que suceda.

Veremos las cosas con claridad y aprenderemos a liberarnos de nuestras preocupaciones, con la idea de que nuestro ser fluye con amplia libertad en todo.




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