lunes, 17 de abril de 2017

IMPORTANTE LA AUTOESTIMA DE LOS HIJOS.

Qué triste espectáculo de esos matrimonios que se someten dócilmente a las exigencias de sus hijos solo para descubrir que hagan lo que hagan, jamás será suficiente. En muchos casos le echan en cara a sus padres muchos de los principales problemas que enfrentan en su vida.

Es frecuente ver en lugares públicos, restaurantes, cines, centros turísticos, el mal comportamiento de los hijos pequeños para con sus padres y el poco caso que les hacen, para finalmente hacer lo que ellos quieren sin ninguna limitación, ni algún correctivo de por medio.

Los padres no tienen obligación de dedicarles todos y cada uno de los minutos del día o de entregarles hasta la última gota de sus energías, ni de cumplir todos sus gustos y de surtir todo lo que los chicos desean, por el simple hecho de que son hijos.

Una manera infalible de hacer del hijo un perfecto vago y un irresponsable es de hacerle notar que por rica que sea la familia, pueda creer que no tiene porqué apurarse en la vida por tener su futuro asegurado. Yo supongo que la mejor herencia que se les puede dejar, son los valores morales, que serán la formación de su personalidad, y la piedra angular de su salud mental.

Es claro que a los hijos hay que corregirlos y sobre todo guiarlos solamente cuando lo necesitan; es así la forma en que aprenden y sobre todo que las alabanzas abunden más que las censuras.  A quienes les cueste trabajo expresar su aprobación, pueden hacerlo con una sonrisa, una palmada en la espalda; o bien, una agradable caricia.

La disciplina debe darse con el ejemplo, ser consistente y unas disciplinas firmes. Muchas veces vale más decir un “NO” a tiempo, aunque otros estén suponiendo que debe ser “SI”, con ello se le está diciendo “Te quiero hasta el punto de arriesgarme a provocar tu enojo por evitar que te mezcles en líos”.

Si es que los padres disponen de una educación religiosa, indicarles a los hijos lo que siempre les ha servido de consuelo y apoyo y les ha hecho cobrar conciencia de su identidad. En el caso de que esa disciplina solo les infundió temor y culpa y no desean dejar a sus hijos semejante legado, deben buscar algún sustituto que les ayude en su formación.

A los hijos debe darse independencia y respeto y por lo mismo no tomar nunca sus cosas sin pedirles permiso, ni mucho menos leer sus escritos personales, registrar sus cajones, billetera o bolsa, o intervenir sus llamadas telefónicas. De practicar alguna de estas cosas, es que las relaciones andan muy mal.

Nadie ha pedido venir al mundo. Quien tiene hijos siempre estará en deuda con ellos. Si tienen buenos principios y se les da lo debido, podrán ellos a su vez, legar algo útil a los suyos.





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