La
semana pasada tuve oportunidad de enterarme por el periódico que la ciudad de
México es la segunda en el mundo más ruidosa por el ruido que producen los
coches, camiones y autobuses en las calles. Además se le debe agregar el ruido
que producen los aviones ya que el aeropuerto se encuentra ubicado en una de
las colonias céntricas en la propia ciudad. Esta situación afecta en forma
directa el aspecto práctico de nuestro sentido del sonido que es el aspecto
apasionado que es “oir” y el aspecto
apasionado es “escuchar”.
La
palabra sonido se refiere a la cacofonía de las vibraciones audibles de la vida
que se desplazan rápidamente en el aire y llegan a para a nuestros oídos. Igual
que ocurre con oír es una herramienta de navegación, un sonido interno que
permite al cerebro distinguir entre el suave ronroneo de un gato y el ruido
agudo del despertador.
Shakespeare
fue un apasionado del sentido del oído, e imploraba al cielo el don de pode
“escuchar”. Y su simple plegaria fue atendida con generosidad, lo que ha
supuesto una bendición para todos.
Lo
que escuchamos cada día nos ofrece un camino invisible al placer en forma de
notas, compases ritmos y tonos, ya sea de la música de las esferas como la
banda sonora de nuestro propio pensamiento. Para esto, existen tres maneras de
escuchar: la percectiva, la emocional y
la sensual.
Escuchamos
perceptivamente cuando pasamos de forma deliberada del oír al
escuchar, cuando excluimos de forma consciente la distracción del ruido de
fondo para concentrar por completo nuestra atención auditiva en algo.
Imagina
que estás en una habitación escribiendo a máquina y escuchas la radio y además
estás al teléfono. De repente entra una
persona y por su expresión ves que necesita hablar contigo con urgencia. Dejas
de escribir a máquina, te despides de tu amigo, apagas la radio y atiendes a la
persona que desea hablar contigo.
Escuchamos
emocionalmente cuando un fragmento de
sonido nos transporta otra dimensión de tiempo y espacio, a la esfera de los
recuerdos. Tal vez sea la canción de la radio que te recuerda todo lo que
habías intentado olvidar, o la cadencia de la risa de un ser querido, o los
susurros de la naturaleza que revelan la presencia del Espíritu, mientras vas
de camino a tu trabajo.
Escuchar
sensualmente, nos invita a
experimentar la vida a través de los sentidos, la música hace que tus pies
felices empiecen a seguir el ritmo, o la lluvia que te arrulla y te sumerge en
una muy necesitada siesta, o la conversación sincera que te incita a tender una
mano o abrazar a alguien con quien te encuentras.
El
auténtico despertar de los sentidos es distinguir entre el sonido y la furia
del mundo y las escalas mayores y menores de satisfacción en la vida. Hoy
pídele al cielo que apasione tu sentido del oído y puedas escuchar bien lo que
ocurre en tu entorno.
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