Durante
el fin de semana pasada fui invitado por mi hijo Rafael y su esposa Aida
Martínez para acompañarles a Central de
Abasto de esta ciudad, resultando para mí una visita de interés por
contemplar la grandeza de ese lugar, que por su variedad de productos y flujo
de dinero se le considera como el Centro comercial de mayor dimensión en
América latina y en el mundo. Desde la llegada a sus instalaciones, se
encuentra uno nueve casetas de cobro para la entrada de automóviles camionetas,
y camiones. Para ingresar tardamos dos minutos que traducidos en vehículos,
pudimos contar un desfile de cien unidades móviles a razón de diez pesos por
automóvil y durante todo el día de movimiento, consideramos mis acompañantes y
yo, que mueven cantidades millonarias de ingresos en efectivo solamente por ese
concepto.
El
interior es verdaderamente espectacular en comercios de atención al público
incluyendo sus propias bodegas donde reciben su mercancía que expenden a sus
clientes. En algunos casos se aprecia la dimensión de la tienda, pero en la
mayoría de ellos solamente se conoce la parte comercial, la bodega la
manejan para el movimiento interno de sus productos. Para el manejo de fondos y
flujo de efectivo, pudimos apreciar en su interior el funcionamiento de dos sucursales
bancarias de Bancomer, S.A. y de Scotiabank que cubren el servicio en ese
lugar.
Sus
pasillos llenos de incontables comercios de abarrotes, víveres, frutas,
legumbres, flores, hortalizas, aves, carne, pescados, mariscos, y otros
productos, están ubicados en largos pasillos que convertidos en túneles dentro
de grandes naves, integran el centro comercial que ocupan una superficie total
de 327 hectáreas con un volumen de 30 mil toneladas y con capacidad de
almacenaje de 122 mil toneladas, transportadas diariamente por 52 mil vehículos
de todos los tonelajes.
Se
calcula que la afluencia de visitantes en su mayoría comerciantes menoristas,
asciende a 300 mil diarios, atendidos por una población de 70 mil empleados
ubicados en diversas actividades. Verdaderamente es interesante contemplar el
movimiento interno que es comparable con un verdadero museo de productos, pero
con mucho mayor número de visitantes que transitan sus largos pasadizos con
carritos manuales de todos tamaños cargados con mercancía diversa, tripulados
por los famosos “diableros” para su
transporte y cuyo nombre se originó en el barrio de la Merced, por el uso de su
carretilla o diablo, organizados por
una Agrupación autorizada por el propio Centro Comercial, que les otorga una
licencia a los operadores para trabajar en sus instalaciones.
Y
pasando a cosas más agradables, los precios son inconfundibles como los más
bajos de la ciudad de México, los antojos como los tamales son los mejores que
he comido, las cemitas o tortas originadas en Puebla, el café, la fruta en
general, los tlacoyos y sus derivados y
otros tantos alimentos que son clásicos en sus pasillos y expendios autorizados
para ello, son suficientes y sirven para hacer menos pesado el tiempo que sea
necesario para realizar “la compra”.
Algo
que es muy importante mencionar es que a pesar de esta abundancia de productos
y el flujo de dinero que se maneja en ese lugar, la seguridad es impresionante,
toda la gente está ocupada en sus quehaceres propios y el servicio de
vigilancia es muy discreto. Algunos carritos móviles de la policía se observan
con discreción en su recorrido.
Es
posible que muchos de los habitantes de esta Ciudad, no conozcan estas
instalaciones y vale la pena visitarlas para tener una idea de la forma en que se maneja un verdadero mercado
donde acude toda una variedad de personas con deseos de realizar sus compras de
abasto de víveres, sabiendo que sus ahorros son considerables.
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