Rancho "El Capricho". |
El
fin de la semana pasada decidimos salir un poco de la vida urbana y del trajín
diario para cambiar de aire y llegar al campo, para modificar un poco la
energía del cuerpo y poder saturarnos de aire fresco y limpio, aprovechando el
fin de semana, procurando acercarnos más a la naturaleza para olvidar nuestros
prejuicios y falsas pretensiones, porque la naturaleza no juzga, sino al
contrario, nos ayuda a mejorar nuestro estado de ánimo en torno a nuestras
actividades diarias.
En
nuestra ciudad capital hemos perdido gran parte de nuestra cordialidad y
simpatía hacia nuestros semejantes, en nombre de la civilización. Se han
formado hacinamientos y lugares ruidosos, sucios y abarrotados para
concentrarnos a vivir y en este proceso, olvidando un poco o mucho tal vez,
nuestra espiritualidad. Razón por la cual cuando podemos escaparnos mi esposa y
yo, consideramos necesario huir a la naturaleza y experimentar en forma directa
este círculo sagrado como nueva forma de vida.
Sobre
todo ahora que tuvimos la oportunidad de que nuestro nieto nos acompañara al
viaje de fin de semana, lo cual fue una bondad muy gratificante para nosotros,
contar con una compañía de alguien a quien siempre hemos considerado nuestro “tercer hijo”, cuya compañía resultó muy
útil, la de un verdadero caballero por la gran formación que le han dado sus
padres y la respuesta que se ha obtenido de él en sus dieciocho años de vida.
Siempre
tuve presente una expresión que comprendí mejor últimamente de un aforismo que
escuche hace muchos años: Dios fue muy
sabio al crear primero a los hijos y después a los nietos”. A los hijos se
les educa y se les brinda la oportunidad de capacitarse para que sean hombres
de bien, y a los nietos se les acepta como son y se les permite todo lo que
hacen.
“El
Capricho” es una casa de campo que tenemos ubicada en la tierra de la “Décima Musa” Sor Juana Inés de la Cruz,
en San Miguel Nepantla Estado de México, un verdadero refugio natural en donde
se puede estar en contacto con la
naturaleza. Por la noche tuve oportunidad de salir con mi nieto Alex, y de
escuchar un silencio absoluto, percibiendo solamente el rumor de la naturaleza
y algunos ruidos de campo, observando algunas luciérnagas que con su lucecita
verde, se perdían con su luminosidad en
la obscuridad de la noche, dentro de un espectáculo que me gusta compartir por
lo maravilloso que resulta, y cuya gala pocas veces la podemos contemplar.
Como
complemento del paseo tuvimos oportunidad de pasar un día completo en el “Club Campestre Asturiano” que se encuentra a cuatro kilómetros de
nuestra casa, sobre la carretera a Cuautla en el Estado de México que dispone
de unas instalaciones verdaderamente maravillosas, que se complementan con la
presencia de nuestros seres queridos cuya compañía nos causaron momentos
verdaderamente inolvidables.
Agradecemos
la bondad de Rafas y Aida por habernos dado la oportunidad de convivir con
Alex, cuya demostración de cariño y madurez, nos hizo vivir momentos de alegría
y satisfacción hasta nuestro regreso a la ciudad de México, después de haber
pasado unos días espléndidos y maravillosos.
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