Amigos desder hace 60 años. |
El
día de hoy tuve la oportunidad de ir a un desayuno con los compañeros de la
Generación 54-58 de la Escuela profesional o sea que nos conocemos desde hace
sesenta años cuando jóvenes estudiantes nos reuníamos diariamente en la escuela,
preocupados por: las clases, los exámenes, las vacaciones, las fiestas y
diferentes actividades que compartimos en este México tranquilo de los años
cincuenta que nos dejó gratos recuerdos y varias vivencias que en estas fechas
vienen a nuestra memoria y son motivo de nuestras pláticas en las reuniones de
café que convivimos en la actualidad.
Estos
desayunos que en ocasiones se convierten en comidas, se organizaron en los años
noventa y ocho, cuando celebramos el
cuarenta aniversario de la Generación con una comida baile y una numerosa
asistencia de compañeros y sus familiares, cuya fiesta resultó un éxito para
los organizadores que lograron reunir a compañeros que radican en el interior
del país, así como varios integrantes del grupo que viviendo en esta ciudad no
habíamos tenido oportunidad de convivir en esos eventos.
En
mi caso tuve oportunidad de reincorporarme a este grupo, ya que por actividades
profesionales, permanecí ausente por cuestiones de trabajo en otras instituciones
y no me permitían participar activamente
con mis compañeros de generación.
El
desayuno del día de hoy se llevó a cabo en franca camaradería (como usualmente se hace cada mes) con una asistencia de diez compañeros, casi todos
dedicados a nuestras actividades propias. A estas fechas, estamos rebasando la
edad de los ochenta años y pocos compañeros a punto de llegar a ella; situación
que nos produce mucha alegría porque después de una vida realizada, somos afortunados
al seguirnos reuniendo, con el gusto de seguir evocando: recuerdos, pasajes y
vivencias, después de que cada uno de nosotros construyó su propio destino integrando
una familia, que finalmente es la que nos queda con la satisfacción de ver
hijos formados profesionalmente que están realizando su propia vida para su satisfacción y de nosotros mismos.
Muchos
jubilados obligados a no hacer nada deben tener reservas de carácter para
ocupar sus espacios de tiempo en relaciones útiles. Yo dedico parte de mi
tiempo a dar servicio a un grupo de 60
ancianos en una casa hogar, procurando hacerles la vida más placentera en la “Casa hogar Matías Romero” donde
disponen de todos los servicios
necesarios para su atención y dándoles un cuidado que no denigre su situación
de “ancianos”.
Con mi grupo de compañeros abordamos toda clase
de pláticas y cuando se ha dicho y hecho, los placeres de la vejez son de
naturaleza más perdurable. Recapacitamos cuando nos ocurre el gran mal que afecta a la vejez que son los decesos
de los amigos. Por mucho tiempo nos reuníamos en estas fechas hasta 20
compañeros; las filas de nuestra generación se rompen cada vez más y por
nuestros corredores llegan a pasar aires fríos. Cada uno de nosotros se
conduele cuando se va un amigo, aunque al lamentar su ausencia se aprende a
revalorar el pasado en el que pensábamos con indiferencia y lo único que
permanece es su grato recuerdo que nos fortalece para continuar la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario