Conforme
pasa el tiempo vamos acumulando tantas cosas en casa que cuando nos damos
cuenta nuestros muebles son muy reducidos porque no alcanzamos para guardar los
“recuerdos” que vamos acumulando de
viajes, regalos, ropa que no utilizamos y otras prendas que guardamos por si
más adelante “se ofrece que decidamos
ponernos a dieta” sabiendo que las dietas no funcionan a estas alturas.
La
idea de varias gentes es quedarse con las cosas que tienen un valor en su vida. Este valor
generalmente se deriva de la utilidad o de la belleza que representan sus cosas. Se quedarán con lo que utilizan más
a menudo y con los objetos que convierten su hogar en más agradable y en cambio se librarán de lo que consideran
que no han utilizado en años anteriores.
Otras ocasiones existen coleccionistas que deciden
guardar los números de una revista o de un periódico por encontrarlo
interesante o porque tiene relación con su trabajo que realizan. Conozco el
caso de quienes han guardado todos los números de la revista “Selecciones de
Reader Digest”. Llega un momento que deben disponer de varios muebles para
almacenar tanto papel, que sus espacios son bodegas malolientes y llenas de
polvo sin ninguna utilidad práctica.
Consideremos que disponemos de cosas que debemos
guardar y por lo tanto tenemos dos opciones: a) acumular cosas inútiles o b)
tirarlas a la basura y parece que esto último puede resultar lo más
aconsejable. Acá en la ciudad disponemos de un eficiente servicio de camiones de
basura y eso nos ayuda mucho a eliminar cosas. Cuando ponemos algún objeto
sobre un mueble nos acostumbramos a verlo y se nos hace familiar, sin
reconsiderar que no sirve para nada y lo más aconsejable es enviarlo al bote de
la basura.
Nuestro país se está volviendo consumista con tanto
producto nuevo que anuncian en los medios de comunicación lo que indica que
nuestra sociedad se está volviendo consumista, lo que produce mucha basura y
como resultado guardamos más cosas que las que tiramos. Guardamos objetos que
han pasado de moda y ocupan un lugar en el mueble. Debemos hacernos el ánimo de
evaluar si sirven para algo y evaluar que los recuerdos no nos sientan bien,
acto seguido hacer el esfuerzo de deshacernos de cosas que nunca más vamos a
utilizar.
Yo mismo reconozco que dispongo de discos, Cds, tarjetas
regalos, un pedazo del muro de Berlín recuerdo de un viaje; son cosas difíciles
de tirar, pero después de varios años carecen de valor y solamente ocupan un
lugar en mis cajones que estarían libres o con otras cosas más actuales.
Mis declaraciones de impuestos que han prescrito
por disponer de una jubilación en vigor y esa documentación es de toda mi vida
activa y su archivo ocupa un lugar importante en mis muebles de documentos. No
estoy obligado a tenerlos pero tal vez la fuerza de la costumbre me ha enseñado
a guardar mi historia fiscal y considero que sería más feliz si mando esos
papeles a su lugar en el camión de la basura.
Pero no es fácil.
Lo cierto es que en los últimos años la tecnología
nos ha rebasado y reconozco que guardamos cosas inútiles y ahora más con el
avance de la cibernética que nos obliga a eliminar cosas con poco uso por
resultar obsoletas. En poco tiempo tendremos el “apagón tecnológico” y tendremos que utilizar televisores de
plasma. Ya estamos en la época de la basura
cibernética.
Cuando me reúno con mis compañeros de escuela, los
días viernes que no acaban de entender muy bien lo que es un blog o un lector electrónico y por
supuesto no se atreven a manejar una computadora, defienden mucho sus
tradiciones como las ventajas que tiene
un libro impreso y ponderan sus tradiciones de leer el periódico en papel, me
tildan de no apreciar el valor de las cosas tradicionales. Yo mismo me
sorprendo de los avances electrónicos actuales por lo que me comporto en una
línea balanceada para conservar el equilibrio, porque me ha tocado vivir en una
época de cambios en la historia de la humanidad, donde se producen mucho más
objetos de los que tiramos y si no nos deshacemos rápido, vamos a acabar
sepultados por ellas.
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