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Madurez de la Vida. |
He
escuchado tantas versiones sobre la
longevidad que a un principio no sabía quien tendría la razón sobre tantos
relatos a lo largo de mi trayectoria y tal vez se llega a creer que solamente
es una situación de ancianos, pero no, la longevidad y la salud empiezan en la
niñez, así que puede interesar a todas las edades, aunque para muchos ni les
interesa y veamos porqué: Si desde pequeños les damos amor, apoyo y fomentamos
su dignidad, es una situación tan decisiva para su salud como lo es el hecho de
heredarles buenas o malas actitudes.
En
la niñez pueden adquirir hábitos como fumar, tomar café, e ingerir alcohol o
droga, que pueden perturbar la delicada interacción entre la mente y el cuerpo.
Es importante que nuestros hijos respiren un ambiente familiar tranquilo, que
les permita recibir amor, comprensión y abrazos, sobre todo encausando a los
niños que los valores más importantes se encuentran en las relaciones humanas.
En
los adultos la situación es más delicada por ser la edad en la que se observan
los cambios y nadie puede evitarlos, como puede ser el caso de demostrar mayor
esfuerzo para hacer las cosas, cuando empiezan a aparecer las dolencias que
nunca antes se habían presentado, se inicia una nueva etapa de cansancio,
inquietudes, indecisiones y aburrimiento, o todo junto al mismo tiempo.
¿Cuál
pudiera ser la causa? Tal vez el anuncio de la llegada de la “edad madura”
dando inicio a la nostalgia. Durante esta etapa es muy notorio ver ciertos
cambios en la vida de personas entre cuarenta y cincuenta años, cuando los
hijos ya son mayores, son independientes y sus gustos son diferente. Los
padres se dan cuenta que ya no pertenecen a la generación más joven y eso les
causa cierta añoranza porque se inicia la batalla para continuar siendo
jóvenes. La melancolía se posesiona de aquellas personas que llegan a la
madurez y es cuando inician la lucha por conservar la juventud (que ya se les
fue) y que tal vez pueden lograr por algún tiempo más, pero tarde o temprano a
todos les llega y es cuando se convencen que nadie está libre de ella.
La
melancolía de la “edad madura” es una crisis que debe adaptarse a una nueva
etapa de la vida y puede observarse en el caso de “hombres” pretender a
jovencitas, ejercitarse en los gimnasios con rutinas fuertes, participar en
carreras de gran fondo, jugar futbol con
los adolecentes, teñirse el cabello de negro, eliminar a toda costa un crecido
abdomen, desilusionándose materialmente cuando se convencen que todo es inútil;
el tiempo sigue pasando y todo esfuerzo es inadecuado. Conocí un amigo en el
gimnasio que a los 50 años estaba enredado con su secretaria de 22 años, siendo
él un galán que mucho se ejercitaba; finalmente ella lo cambió por un joven de
26 y fue cuando mi amigo se desmoronó ante tal entorno, dándose cuenta de las
reglas del juego, alcoholizando un poco su aventura frustrada.
En
el caso de las mujeres puede ser un poco más complicado, ya que ante la llegada
sicológica de la melancolía, muestran su incomodidad y rechazo, y de ninguna
manera aceptan la presencia de las primeras canas, ni el “jamón” acumulado y
mucho menos la aparición de “arrugas” ni siquiera en la ropa, al contrario, en
su atolondrada carrera, echan mano de minifaldas, blusas oprimidas, pants
entallados, cremas de noche o de día (prescindiendo la de tarde) y cirugías en
varias partes para acomodar mejor las proporciones. El cuadro se enrarece con
un sentimiento de ansiedad por la edad cumplida, a sabiendas que no disponen de
mucho tiempo para disfrutar la apreciada juventud.
Lo
más recomendable que procede, es aceptarnos con respeto y tolerarnos a nosotros
mismos tal como somos y recurrir a la salud mental, que es la que nos rige en todas las edades y
etapas de la vida para poder soportarnos a nosotros mismos con dignidad. Cuando jóvenes aceptamos el
cambio a la “edad adulta” y ahora debemos hacer lo mismo ante el cambio
necesario para llegar a la “madurez”
Debemos
recurrir a nuestros sentimientos para actuar con honradez y hacer un examen de
conciencia, viendo hacia adentro es decir a nuestro interior, para aprovechar
lo que no hemos hecho y empezar a desarrollar esos planes, para iniciar la
continuidad de nuestra vida, encontrando con ello la solución a esa melancolía
que nos aquejó por mucho tiempo y ahora la aceptamos como la “madurez de la vida, nuestra propia vida”.
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