Siempre que alguien me dice que no tiene tiempo para leer, recuerdo este episodio: no es tiempo lo que falta, pues mucha gente sí puede dedicar un promedio de cuatro horas diarias a ver televisión. El lector medio lee a un ritmo de 250 palabras por minuto. por lo consiguiente en el lapso de una semana sería posible leer un pequeño libro.
Sin embargo, una semana es mucho tiempo atendiendo a los criterios actuales. Hoy en día tenemos acceso a la información con un simple teclazo de computadora .Quieren hacernos creer que la información es conocimiento pero eso no es cierto. Saber la superficie de un país o que distancia salta un insecto, quizá nos resulte útil, pero no es en sí conocimiento.
Con frecuencia se oye vaticinar que el libro será sustituido por el lenguaje virtual de la electrónica. Hay bibliotecas enteras condenadas en la misteriosa superficie de las CD ROM que, sin embargo no significa lo mismo. Las letras están allí, pero rara vez en ese laberinto se encuentra con precisión lo que se busca. Desde que el hombre aprendió a vivir en la intimidad de los libros, descubrió un lenguaje entrañable.
Hay que leer para vivir mejor; leer durante toda la vida. Ninguna otra creación humana proporciona tanto alimento para el espíritu, ni tan infinita recompensa que el tiempo invertido como un buen libro. Hay que leer sin medida, dejar que un libro nos conduzca a otro. De hecho casi siempre es así. Se puede comenzar por un gran escritor hasta conocer toda su obra.
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