La crisis provocada por la COVID-19
nos recordó que no solo deseamos abrazos y otros Contactos físicos amistosos,
se trata de una necesidad. Nacimos para abrazar y ser abrazados y es algo que
en realidad nunca dejamos atrás.
Los abrazos deberían ser considerados entre las prescripciones fundamentales para el desarrollo humano, acurrucarse con alguien activa nuestro sistema nervioso, lo que trae consigo una sensación de paz y tranquilidad, además que calma la ansiedad y la tristeza.
La mayoría de nosotros estamos conscientes del poder que tiene el toque de un ser humano. Sin embargo, sus efectos positivos son considerables, las personas que recibían abrazos con mayor regularidad fueron menos personas a enfermarse cuando se les exponía a algún contagio. A diferencia de quienes no recibían afecto físico.
El acto de acurrucarse con alguien puede incluso reducir el dolor, tomar la mano del ser amado para obtener la sensación de bienestar es una reacción natural, puesto que en algunos estudios realizados, se descubrió que este simple acto puede ayudar a disminuir otro tipos de malestares.
Los fanáticos de este tipo de muestras de cariño han demostrado que también duermen mejor. Más del 60 % de una encuesta realizada así lo consideraron y afirmaron que un simple abrazo de su pareja fue suficiente para dormir mejor con un efecto positivo en la calidad de su descanso.
Es necesario que los padres abracen a sus hijos y a sus familiares cercanos, así como cuando lo hacen con sus amistades cercanas, ese intercambio de palabras y tocar sus manos es tranquilizante en recibimientos y despedidas, hacen posible mostrar el afecto y cordialidad a las amistades.
Estos saludos son de especial importancia para quienes no tienen un compañero humano cerca con quien tener estas atenciones. Pero el miembro más pequeño de la familia ha sido una bendición para todos por su constante necesidad de abrazos. Abrazar a un bebé es la mejor medicina.
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