En esta época marcada por el
Covid-19, nuestro gran reto es encontrar la forma de protegernos del virus, a
nosotros y a nuestras familias y para la generalidad mantener vigentes sus
empleos, lo cual cunde como amenaza.
Con más de tres millones de
infecciones y alrededor de 230.000 víctimas mortales del virus hasta la fecha a
nivel mundial, y con una previsión para mediados de año de una pérdida
equivalente a 305 millones de puestos de trabajo en el mundo, lo que hay en
juego no tiene precedentes.
Y no lo tiene, porque nadie sabe
explicar en que consistirá esta nueva normalidad, parece que será dictada por
las limitaciones impuestas, por la forma de vida impuesta por la pandemia y no
por las nuevas disposiciones que se emitan al respecto.
Se trata de la destrucción de los
medios de vida de la economía actual y de los agujeros enormes de los sistemas
de protección marcados por los países más ricos, que han dejado a millones de
personas en situación económica muy precaria.
Esta pandemia ha revelado de la
manera más cruel la extraordinaria precariedad y las injusticias de nuestro
mundo actual. Lo único que debería sorprendernos en todo esto es lo que está
ocurriendo. Antes la falta de trabajo decente se manifestaba principalmente en
episodios individuales de desesperación silenciosa.
Ha sido necesaria la calamidad del
Covid-19 para sumarlo al cataclismo social colectivo que el mundo afronta hoy.
Hace 52 años el líder Martin Luther King recordó al mundo la dignidad inherente
a todo trabajo. En la actualidad el virus ha vuelto a poner en evidencia la
función esencial de los héroes que trabajan en esta pandemia.
Son personas transparentes,
ignoradas, infravaloradas, incluso ninguneadas, que con demasiada frecuencia
figuran en la categoría de trabajadores pobres y en situación de inseguridad; generalmente
son los trabajadores de salud y de prestación de cuidados, el personal de
limpieza, las cajeras y cajeros de supermercados, el personal de transporte
público.
Hoy, negar la dignidad a estas y a
otros tantos millones de personas es el símbolo de los errores de políticos
pasados y de nuestras responsabilidades futuras.
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