Estamos
en tiempo de elecciones y después de tanto bombardeo de anuncios, política,
candidatos, ofrecimientos, peticiones y tantas otras cosas que distraen nuestra
atención, considero que hemos llegado al hartazgo y al decir “hemos” se debe a
que la cantidad de avisos de candidatos que hemos recibido este año, nos han
saturado como si con eso se consiguiera el total de votantes en las casillas.
Debemos
considerar que todos los oyentes al escuchar las promesas de los candidatos lo
que “nos ofrecen”, es muy diferente a lo que “vamos a recibir”. No podemos
madurar la idea de que cada época de votaciones ocurre lo mismo. Con la idea de
que al llegar al poder “el bueno”, todo
va a cambiar, sin haber podido darnos cuenta que las cosas seguirán igual.
Hemos
vivido la experiencia de que una cosa es “ofrecer” y otra diferente es
“recibir” y finalmente las cosas siguen igual y en ocasiones se complican aun
mas como ha sucedido actualmente. A un principio teníamos la idea de que en todo
se tenían proyectos para mejorar la situación y los hechos han demostrado que
todo se ha complicado según la información oficial y gráficas que demuestran
todo lo contrario.
Las
promesas han crecido y han llegado al máximo y tenemos una idea generalizada
que al exigir soluciones, nosotros que formamos parte de los gobernados, “somos
muy buenos” y exigimos que los que lleguen al poder, tienen la obligación de
resolvernos “nuestros problemas”
Este
razonamiento inicial ha dado fuerza a que vamos a escoger al gobernante ideal
que al llegar al poder se convertirá en el hombre milagro que solucionará todo
lo que hasta la fecha no se ha podido conseguir, para que las cosas cambien a
favor de las mayorías.
Tenemos
que darnos cuenta que el nuevo gobierno es una representatividad de la sociedad
y el mejor gobernante llegará cuando nosotros los gobernados tengamos una
sociedad de mejor formación y calidad y no al revés. De un pueblo mejor
organizado surgirá un líder que con la respuesta del pueblo, mejore el rumbo
que estamos tratando de conseguir.
Pero
para conseguir esa posibilidad debe ocurrir un caso insólito, como es el hecho
de que el cambio lo empecemos a operar nosotros mismos para que no sea el
gobierno el que tome todas las soluciones que pretendemos, en algo podemos
ayudar.
¿Cuál
sería la aportación que podemos hacer? Pueden ser cosas sencillas y empezar con
nuestra conducta, prometiendo antes que nada respetar la ley en sus diferentes
reglamentaciones: obedecer los límites de velocidad establecidos por la
autoridad, evitar sobornos, no estacionarse en lugares prohibidos, ceder el
paso cuando por cortesía nos corresponde esperar, obedecer el cambio de luces
del semáforo, respetar las filas de espera, ceder el paso a una persona mayor,
proporcionar el asiento a un anciano, ayudar a otra persona en momento de
apuro, evitar “diablitos” en las tomas de luz, pagar impuestos oportunamente, no
tirar basura en las calles, otorgar servicios gratuitos a Fundaciones y
Organizaciones de ayuda y sobre todo que ofrezcamos hacer algo útil por nuestro
país cada día.
La
vía del ejemplo es buena conductora y tal vez con nuestra actuación, logremos
mejorar con nuestra participación, una gran parte de la contribución pública
para el mejoramiento de México.