La
vida es buena y nosotros tenemos el compromiso de mejorarla, buscarle siempre
el lado amable sobre todo del momento que estamos viviendo, tratando de
eliminar el miedo de nuestra mente como reflejo de los eventos que pudieran
ocurrir en el futuro. Tan pronto como nos ocupamos en alguna actividad el miedo
cede, es por eso que debemos ocuparnos en vivir ahora, para tener la mente
ocupada y hacer más placentero el momento presente.
De
vez en cuando pierdo esta convicción y
reconozco que hay días malos y días buenos que corresponde a ciclos pasajeros,
que en alguna forma afectan nuestro estado de ánimo y tal vez se debe a que
estamos transitando por un largo período
en que el pesimismo en general se encuentra de moda cuando despertamos y los
medios de comunicación nos comienzan a bombardear con noticias en la primera
plana de los periódicos, que hemos subestimado por completo la capacidad de
sadismo y destrucción de los humanos.
Y aun
así… la vida sigue transcurriendo y vivir ahora quiere decir disfrutar todo lo
que se hace, por el hecho mismo de hacerlo, y no por el resultado final. Si
debemos cumplir una jornada de trabajo que hemos aceptado con responsabilidad,
debemos hacerlo con gusto poniendo nuestro mejor esfuerzo si de ello dependen
muchos beneficios que vamos a conseguir
y estar conscientes en todo momento de todo lo que ocurre a nuestro entorno, la
brisa que acaricia nuestro rostro, el canto de las aves y gozar el paisaje que
podamos tener enfrente.
La
vida es tan emocionante, las charlas, las relaciones, vivir ahora es expandir
nuestra conciencia para hacer más placentero el momento presente en lugar de
evadirnos, por eso nos duele tanto, cuando percibimos que algo está en riesgo,
porque si pensamos en ello, viene a nuestra memoria lo calladamente maravilloso
que puede ser.
Por
algún momento pensamos que si nos quedaran sólo seis meses de existencia por
delante, nos aferraríamos con todo lo que estuviera a nuestro
alcance
a cada mes, a cada día y a cada hora para realizar nuestros propósitos en
momentos angustiosos.
Y
reconociendo las cosas como son, debemos reconocer que la vida es buena, que
nos ha dado muchas cosas y por eso tenemos obligación de mejorarla, haciendo
más placenteros nuestros momentos. Si no estamos dispuestos a devolver algo de
lo mucho que hemos recibido, nos estaremos burlando de gozar de tantos
privilegios.
La
vida está hecha de momentos, de trocitos de piedras finas entre largos tramos
de grava suelta. Sería ideal que esas piedras finas llegaran a nuestro poder
sin tener que buscarlas, pero dada nuestra atareada existencia, eso no pasará.
Debemos darnos tiempo para localizar esos momentos gratos.
En
vez de contemplar el empedrado camino, aprendamos a ser felices, a ver todo el
bien que existe en el mundo, a devolverle una pequeña parte de tantas cosas
gratas que hemos recibido. Amemos las pequeñas cosas de la naturaleza, en vez
de perdernos en el polvo tenebroso de nuestros frenéticos días. Nuestros logros
no serán más que una parte de un currículo. A veces perdemos la capacidad de
asombro y en ocasiones logramos recuperarlo gracias a las lecciones duras que
hemos vivido, y gracias e ellas, llegamos a aprender que la vida es espléndida
y que no tenemos derecho a derrocharla, que “debemos ir juntando esas pequeñas cosas para que con todas ellas…
logremos conseguir la felicidad”
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