Es
tan importante mantener el buen estado de ánimo, porque los estados anímicos
pueden ser tremendamente engañosos. Pueden hacerte creer que la vida es mucho
peor de lo que resulta en realidad, cuando estás de buen humor la vida parece
fantástica porque tienes sentido de la perspectiva, sentido común y sensatez.
Cuando
el estado anímico es positivo las cosas no parecen tan difíciles, los problemas
parecen menos formidables y más fáciles de solventar. Cuando estás de buen
humor las relaciones humanas parecen fluidas y la comunicación resulta más
agradable y si recibes una crítica la tomas en buen sentido.
Por
el contrario cuando tu estado de ánimo es negativo, la vida parece
insoportablemente seria y difícil. Tienes muy poco sentido de la
perspectiva, te tomas las cosas de
manera personal y con frecuencia malinterpretas hasta a quienes te rodean, al
considerar malas interpretaciones a sus actos.
El
problema consiste en que el estado anímico cambia con frecuencia y supones que
la vida ha empeorado recientemente. Los contrastes son bruscos y drásticos y
pueden parecer hasta absurdos y pueden parecer ridículos, pero todos podemos
tener momentos así.
Cuando
estamos deprimidos, en lugar de culpar a nuestro ánimo como sería apropiado,
podemos suponer que la vida anda mal. Es tanto como suponer que nuestra
existencia se ha desmoronado en últimas fechas y por esa razón las cosas
empiezan a cambiar.
Lo
cierto es que la vida casi nunca resulta tan mala como parece cuando estamos
bajos de moral. En lugar de quedarte estático y de mal humor, convencido de que
estás viendo la vida de manera real, puedes empezar a cuestionar tu capacidad
de juicio.
Cuando
empieces a sentir que tu ánimo no es muy bueno, aprende simplemente a verlo
como lo que es, una condición humana pasajera. No es muy recomendable hacer un
análisis de la vida cuando uno se encuentra bajo de moral, hacerlo constituye
provocar un suicido emocional. Si tienes un problema auténtico, continuará
estando allí hasta que mejore tu estado emocional.
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