A mi nieto Alejandro: Con mi admiración.
Parece
que las cosas empiezan a tomar su nivel y en forma aparente varias actividades
se van normalizando, aunque vemos por las calles gente con el ceño muy adusto y
mirada triste como señal de que van pensando en alguna cosa no muy agradable.
Es natural los cuadros que hemos visto no han sido para menos, sentimos muy
cerca la fecha del sismo y los estragos han sido demasiado fuertes.
Hace
60 años en 1957 en mi época de estudiante. Me acuerdo como si hubiera sido
ayer, habitaba una casa de asistencia con varios compañeros en la Colonia
Juárez, Calle Toledo No. 40-402 a unos cuantos pasos de avenida Reforma, en la
esquina de lo que ahora son las Oficinas centrales del Seguro Social y el
temblor del 57 fue por la madrugada, tuve la experiencia de estar dormido y no
haber sentido el temblor que asoló la Ciudad de México.
Fue
por la mañana cuando escuché los comentarios de mis compañeros, me enteré “Que se había caído el Ángel que estaba en
Reforma”, nosotros vivíamos a dos cuadras. Me asomé por el balcón del
cuarto piso y percibí solamente la columna sin su remate en la punta y más
tarde cuando salí a la calle “el Ángel de la Independencia” se encontraba en el suelo. “Tragedia” decían los
titulares de los diarios que vendían los voceadores. Esa era la palabra que se
leía en la cara de los que caminábamos sin rumbo fijo. Todos lo hacíamos en
silencio, como huyendo, como escapando de una terrible fatalidad.
Pasaron
28 años y fue el 19 de septiembre de 1985, ya vivía en mi casa en la Colonia
Militar Marte con mi esposa Ma. Teresa y mis hijos Daniel y Rafael. Recuerdo
que yo me encontraba en un Club deportivo a las 7.19Hs. y me tocó sentir el
segundo temblor en la Ciudad de México. También recuerdo muy bien escuchar las
bromas de mis compañeros que nos comportamos con mucha calma y cuando salimos a
la calle nos dimos cuenta del ulular de las ambulancias y patrullas contrastaba
con el silencio que se respira en un velorio. En lugar de coches había tráfico
de gente, motocicletas, y muchos policías que soplaban sus silbatos.
Treinta
y dos años después por coincidencia el 19 de septiembre de 2017 a las l3.19Hs,
todo es igual, pero a la vez muy distinto a l985. En el temblor anterior no
había internet, ni celulares, no había más que televisión abierta, no había
sociedad civil, no había libertad de expresión y un solo partido había
gobernado al país por casi 60 años, tampoco se veían muchas mujeres trabajando
en labores de rescate o recolectando alimentos y medicinas. Tampoco eran tan
famosas las mascotas como ahora y tampoco existía “Frida” la perrita labrador más famosa tal vez del mundo, conocida
por sus gafas, sus botitas hechas a la medida para su protección, así como su
chaleco que la identifica como integrante de la Marina.
Me
ha tocado participar en tres temblores en diferentes fechas y me doy cuenta que
no soy el mismo de antes; ahora, estoy dedicado a mi familia, atiendo además la
tesorería del patronato de una casa hogar que tiene cincuenta residentes
ancianos y desarrollo actividades que
antes no podía atender.
Me
doy cuenta que ya no soy el mismo de antes, soy afortunado, han transcurrido 60
años.
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