A
veces las cosas funcionan tal como lo teníamos previsto, pero otras ocasiones
no funcionan así. En ambos casos, el hecho de mantener las expectativas puede originarse
grandes inquietudes y conflictos que retrasen una respuesta. Al inquietarnos en
cuanto al futuro, quitamos importancia al presente.
En
gran parte la medida de nuestra tranquilidad está determinada por nuestro interés
de vivir en el momento presente, prescindiendo de lo que haya sucedido ayer o
el año pasado, y lo que pueda o no ocurrir mañana, debemos tomar en cuenta que,
ahora estamos en el presente. Y siempre
ocurre así.
Sin
duda, muchas veces hemos llegado a dominar la forma de pasar buena parte de la
vida preocupados porque puedan ocurrir
muchas cosas, todas a la vez. Nos centramos en pensar que los problemas pasados
y las preocupaciones futuras dominen nuestros momentos presentes, tanto que
acabamos ansiosos, frustrados y desesperanzados.
Otras
veces también posponemos nuestras prioridades y nuestra felicidad, convencidos
de que algún día tendremos una vida mejor. Pero esa forma de pensar que nos
dice que confiemos hacia el futuro, no hará sino repetirse, de manera que ese “algún día” no llegará jamás.
En
este sentido dejamos a un lado las expectativas sobre cómo van a desarrollarse
las cosas. Debemos relajarnos en la aventura de dejar fluir la vida,
conscientes de que en líneas generales, la vida se está desarrollando a la
perfección, sin que participemos en la respuesta.
Mucha
gente vive como si la existencia fuese como un ensayo de alguna fecha futura.
No lo es. De hecho no conozco a nadie que tenga la garantía de que estará aquí
mañana. El día de hoy es el único que
tenemos y por lo consiguiente el único tiempo sobre el que tenemos algún
control.
Cuando
la atención se concentra en el momento presente, apartamos el miedo de nuestra
mente, ya que el miedo es una preocupación por acontecimientos que podrían
ocurrir en el futuro, por ejemplo: el mal tiempo está por entrar a nuestra ciudad,
conseguiremos nuestra pensión, nuestros familiares se encuentran en el
extranjero, envejeceremos prematuramente, lo que sea.
¿Y
si supiéramos que nuestra vida funcionará a la perfección a pesar del paso de
la tormenta, aunque perdamos dinero en la pensión, nuestros familiares están en
perfectas condiciones, y el envejecimiento es una función inevitable?
Cuando
dejemos a un lado la expectativa de que los acontecimientos en nuestra vida
sigan un camino determinado, podemos tener la tranquilizadora idea de que todo
se desarrolla a la perfección, independientemente de lo que suceda.
Veremos
las cosas con claridad y aprenderemos a liberarnos de nuestras preocupaciones,
con la idea de que nuestro ser fluye con amplia libertad en todo.
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