Hoy
en día escuchamos tanto y leemos más sobre sucesos actuales, que cada vez
entendemos menos de los comunicadores que nos informan tantas noticias, que
bien valdría la pena no dejarnos llevar por comentarios sin entender por la
forma en que lo expresan.
Otro
tanto son los comentaristas que en su calidad de técnicos o especialistas de
algún tema hacen tan largos sus discursos y envuelven sus contenidos con
argumentos diversos, que terminan porque el escucha no entienda con objetividad
lo que en su mente cruza por darse a entender que termina por no decir nada.
No
digamos los políticos que salpican sus discursos con palabrería rara que
terminan por no decir nada y al final el escucha no sabe si se refiere a otro
país o quiso decir algo de lo que no conocía el argumento a informar y explica
cosas que menos se entienden.
Por
principio para estos expositores es muy difícil que conozcan la diferencia de
lo que es un discurso o lo que es una
plática, que el primero se dirige a
una audiencia lejana y la segunda la usamos
cuando hablamos con alguien que está
justo frente a nosotros. Lo que debemos considerar en ambos casos debe ser la
conexión y el tono en que se desarrolla el evento.
Claro
que el expositor debe conocer el tema a tratar, elaborar un esbozo de su contenido
y después de ello, dar su plática, porque si se trata de un asunto público no
sabe la audiencia que puede tener y a cuántos les puede interesar, aunque se
supone que debe expresarse debidamente en el idioma español al menos en nuestro
medio.
Tomar
en cuenta que su plática (en cualquier caso) no debe excederse de 12 minutos, o menos si es
posible, ya que después de ese tiempo cualquier auditorio se distrae, o lo que
es peor se aburre; y, su expresión o contenido no debe usar de l.800 palabras
en su plática. (Ojalá todos los políticos pudieran
aprenderse esta regla).
Enviar
un mensaje a la audiencia es un momento muy importante, por lo que el expósitor
debe variar su volumen, velocidad e intensidad, ser imprevisible y sobre todo
disfrutar ese momento, y reconocer que es un privilegio estar enviando un
mensaje a mucha gente.
Si
es un auditorio cercano buscar la mirada de sus oyentes y comunicarse con ellos
y moverse en el escenario. A la gente le gusta ver las manos sin ser repetitivo.
Procurando ser discreto en los movimientos sin jugar a ser conductor de
orquesta. Es importante si algo se olvida, reconocerlo en público, sin
pretender improvisar algo que no ocurrió.
La plática debe
practicarse mucho y de ser posible ante un espejo, o bien ante alguien de
confianza para corregir errores. Debe tenerse una idea clara de lo que se va a
decir y si es posible sin utilizar guion de la plática y si es necesario se
vale hacer notas al alcance.
No
es necesario dar de memoria el contenido, aunque es recomendable memorizar el
primero y el último minuto y al final se sugiere dar las “gracias”. Cuando todo
esto ocurra, tendremos representantes que hablen menos y por lo mismo,
gozaremos de leyes que nos rijan, más acordes a nuestras necesidades.
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