lunes, 18 de abril de 2016

EL HÉROE DE LA PAZ.

Porfirio Díaz.
No tenemos por qué apresurarnos debido a que fueron los años 1886 cuando la República estaba dividida en once zonas militares y el ejército contaba con unos 35.000 efectivos entre oficiales, clases y generales, cuando el Colegio Militar era una institución ejemplar y muchos mandos cumplían sus mandatos con lealtad y eficiencia, por más impopulares que nos parezcan ahora. Cuando en esas fechas se otorgó al general Porfirio Díaz el título de “El Héroe de la Paz”

Todo esto ocurrió después de que en años anteriores se había vivido entre revoluciones, pronunciamientos y sobre todo después de las leyes de Reforma, el país pasó por movimientos: civiles, religiosos, étnicos e internacionales y con estos antecedentes, Porfirio Díaz sabía que la vocación fundamental del país era ante todo conseguir la paz y su interés fue dedicarse a conseguirla sin ningún miramiento.

Con ese antecedente se vivieron muchos años de rebeliones militares y solo quedaron los acontecimientos del pasado con las revueltas indígenas cuyos motivos de distanciamiento fueron siempre los mismos; la tierra. Tal vez por eso los malestares fueron notorios casi en todo el país. Desde mediados de siglo, mantuvieron una resistencia continua hasta que definitivamente fueron vencidos por el ejército federal, porque ante todo y a toda costa el objetivo fue conseguir la paz social.

Se dice que de las cosas malas hay que considerar y tomar las cosas buenas y es el caso que de la época  de Don Porfirio tuvo una misión muy especial, la de otorgar capacitación y formación para sus colaboradores que ejercían el poder público. Sus principales colaboradores en el gobierno tuvieron que cursar la Escuela Nacional Preparatoria y después cursar la Escuela de Jurisprudencia, habiendo extendido este sistema a la Escuela Normal de Profesores destinada a la formación de maestros.

En la misma forma se capacitaba a la oficialidad básica del ejército. El Colegio Militar que estaba ubicado en el Castillo de Chapultepec, formaba a la oficialidad “técnica” para la artillería y la “facultativa” para el estado mayor y los ingenieros. En el caso de la Escuela Militar correspondía a la experiencia del General Díaz otorgar premios y distinciones a los cadetes aplicados.


A fines del siglo XIX se mejoró la educación pública, sobre todo la elemental, habiéndose valido de pedagogos reconocidos como el suizo Enrique Rébsamen que fue nombrado Director General de Enseñanza Normal y por su amor por México, quien donó su corazón que se exhibe en la Escuela Normal de Jalapa, Ver.

Todos estos desplantes del régimen de esa época demostró mucho interés para mejorar la educación pública en nuestro país, de donde salieron generaciones de espíritu fuerte dotados de ciencia y de educación sin prejuicios, con voluntad firme para realizar el bien y la prosperidad de nuestro país.

Muchas de estas proyecciones podrían servir como un ejemplo para muchos gobiernos que quisieran tener éxito en las gestiones de instrucción complementaria tanto para sus colaboradores, sus educandos y sus fuerzas armadas, sobre todo en la evolución técnica de los pueblos en fecha contemporánea.


                                   

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