Porfirio Díaz. |
No
tenemos por qué apresurarnos debido a que fueron los años 1886 cuando la
República estaba dividida en once zonas militares y el ejército contaba con
unos 35.000 efectivos entre oficiales, clases y generales, cuando el Colegio Militar
era una institución ejemplar y muchos mandos cumplían sus mandatos con lealtad
y eficiencia, por más impopulares que nos parezcan ahora. Cuando en esas fechas
se otorgó al general Porfirio Díaz el título de “El Héroe de la Paz”
Todo
esto ocurrió después de que en años anteriores se había vivido entre
revoluciones, pronunciamientos y sobre todo después de las leyes de Reforma, el
país pasó por movimientos: civiles, religiosos, étnicos e internacionales y con
estos antecedentes, Porfirio Díaz sabía que la vocación fundamental del país
era ante todo conseguir la paz y su interés fue dedicarse a conseguirla sin
ningún miramiento.
Con
ese antecedente se vivieron muchos años de rebeliones militares y solo quedaron
los acontecimientos del pasado con las revueltas indígenas cuyos motivos de
distanciamiento fueron siempre los mismos; la tierra. Tal vez por eso los
malestares fueron notorios casi en todo el país. Desde mediados de siglo,
mantuvieron una resistencia continua hasta que definitivamente fueron vencidos
por el ejército federal, porque ante todo y a toda costa el objetivo fue
conseguir la paz social.
Se
dice que de las cosas malas hay que considerar y tomar las cosas buenas y es el
caso que de la época de Don Porfirio
tuvo una misión muy especial, la de otorgar capacitación y formación para sus
colaboradores que ejercían el poder público. Sus principales colaboradores en
el gobierno tuvieron que cursar la Escuela Nacional Preparatoria y después
cursar la Escuela de Jurisprudencia, habiendo extendido este sistema a la
Escuela Normal de Profesores destinada a la formación de maestros.
En
la misma forma se capacitaba a la oficialidad básica del ejército. El Colegio
Militar que estaba ubicado en el Castillo de Chapultepec, formaba a la
oficialidad “técnica” para la artillería y la “facultativa” para el estado
mayor y los ingenieros. En el caso de la Escuela Militar correspondía a la
experiencia del General Díaz otorgar premios y distinciones a los cadetes
aplicados.
A
fines del siglo XIX se mejoró la educación pública, sobre todo la elemental,
habiéndose valido de pedagogos reconocidos como el suizo Enrique Rébsamen que
fue nombrado Director General de Enseñanza Normal y por su amor por México, quien
donó su corazón que se exhibe en la Escuela Normal de Jalapa, Ver.
Todos
estos desplantes del régimen de esa época demostró mucho interés para mejorar
la educación pública en nuestro país, de donde salieron generaciones de
espíritu fuerte dotados de ciencia y de educación sin prejuicios, con voluntad
firme para realizar el bien y la prosperidad de nuestro país.
Muchas
de estas proyecciones podrían servir como un ejemplo para muchos gobiernos que
quisieran tener éxito en las gestiones de instrucción complementaria tanto para
sus colaboradores, sus educandos y sus fuerzas armadas, sobre todo en la evolución
técnica de los pueblos en fecha contemporánea.
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