General Porfirio Díaz. |
Siempre
he tenido en mente que el General Porfirio Díaz fue un héroe de nuestro país y lo demostró en la batalla que sostuvo
contra los franceses que estaban posesionados en la ciudad de Puebla. La noche
del 30 de marzo de 1867 el general Francisco Leyva acuartelado en Tlalpan
informó al General Porfirio Díaz que el general Leonardo Márquez procedente del
sitio de Querétaro había llegado a la ciudad de México y durante su estancia
recibió una comunicación en que le solicitaba auxilio la guarnición de Puebla.
Esa
guarnición tenía órdenes de no capitular y así lo sabía su jefe el general
Manuel Noriega, a quien el propio general Márquez le dio instrucciones escritas
por él “Espero del valor de Vuestra
Señoría que la plaza se sostendrá a todo
trance hasta mi llegada”, quien salió de la ciudad de México a San
Cristóbal Ecatepec y desde ese punto podría continuar para Puebla.
En
estas condiciones el General Díaz que era un hombre que veía hacia adelante y
no hacia atrás, el 31 de marzo tomó la decisión de “asaltar la Plaza” y así lo
comunicó al general Ignacio Alatorre cuartel maestre del Ejército de Oriente su
propósito “de asaltar a Puebla el 2 de
abril”. Al anochecer, empezaron a llegar los jefes en quienes había pensado
para dirigir las columnas de asalto.
El
perímetro del enemigo tenía forma elíptica y se extendía de sur a norte, en
consecuencia el convento del Carmen (convento
en ruinas al sur de Puebla) era uno de los puntos más distantes de la plaza
y así le nació la idea, de hacer un
ataque falso que llamaría la atención del enemigo. La idea de concentrar su
atención en el sur con un ataque falso al Carmen, para después concentrar la
ofensiva en el oeste con el ataque verdadero sobre la ciudad de Puebla.
Protegidos
por la oscuridad, las diecisiete columnas integradas en promedio por 130
hombres cada una, marcharon en silencio hacía los puntos por donde debían
emprender el asalto. El general Díaz permaneció en la Alameda Vieja, ahí tenía
a su izquierda la columna que debía comenzar el ataque y a su derecha las
columnas que debían dar el combate contra el convento del Carmen. Díaz dio
instrucciones de permanecer en su lugar, incluso si había disparos.
“A
las tres menos quince minutos de la madrugada del 2 de abril” escribió el
General Díaz, “rompí el fuego en brecha sobre las trincheras del Carmen.” Al
mismo tiempo ordenó colocar en lo alto del cerro San Juan, a sus espaldas, un
bastidor del que colgaban hasta el suelo unas mantas empapadas con trementina. Al
pie de las mantas estaba un jefe, encargado de prenderlas en el momento de
escuchar tres puntos agudos de corneta. Cuando las reservas enemigas estaban
concentradas en el Carmen dio la señal a sus clarines desde su puesto en la
Alameda Vieja, dio la señal de prenderlas. Eran las cuatro de la madrugada.
Era
la señal, la línea de fuego pequeña, comenzó a crecer en lo alto del cerro. Estallaron
los cañones, los fogonazos de los fusiles que dieron el asalto entre los
clamores de la batalla. El combate duró en todo su vigor unos quince minutos;
tiempo suficiente y las calles quedaron regadas con los cadáveres. La confusión
hizo presa de sus adversarios, al final todos huyeron hacia el norte de la
ciudad o cayeron prisioneros. La tropa vio el amanecer en la Plaza de Armas.
La
noticia de la toma de Puebla fue anunciada a las autoridades del gobierno de la
República. “Son las seis de la mañana,
hora en que he tomado esta plaza por asalto”, informó el general Porfirio
Díaz.
Así
se escribió la historia de un general que actualmente se le humilla y se le
margina, un estratega que no le importaba su vida con tal de servir a su
patria. Ahora se le menosprecia y mucha gente no quiere saber nada de él.
La
vida tiene de todo y hay que revisar un poco la historia de México, para
conocerlo mejor y tener la oportunidad de emitir una opinión satisfactoria.
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