Al
considerar fecha memorable el once de septiembre me referiré al día en que me
gradué de padre o papá de mi primer hijo que representó una experiencia
diferente a las que había recibido antes, porque además de todos los
preparativos previos de visitas al médico ginecólogo, preparativos y todo lo
relacionado con lo que se conoce como “la
espera”, la emoción de recibir a un niño varón con nombre y apellido, resultaba
muy impresionante, pero todo ello junto no fue ni la mitad de la emoción de
esta fecha, cuando fuimos citados al Hospital Español y después del nacimiento
del bebé que llegó la enfermera con él en brazos y lo depositó en mis manos, me
paralicé y como una película proyectada en mi mente, pensé tantas cosas,
recuerdo que únicamente pensé “¿y ahora,
que hago?”. Momentos únicos que cambiaron
mi vida.
Todo
esto fue una experiencia inolvidable. Piensa uno tantas cosas que podría uno
escribir un libro de todos los pensamientos que pasaron por mi mente. Tengo
entendido que los pensamientos que una persona normal tiene durante un día, son
60.000 en forma aproximada, en esa fecha y en esos momentos supongo mis
pensamientos fueron el doble de esa cifra.
A los
treinta años, estaba empezando la vida
familiar, y este regalo divino me motivó para continuar una nueva época que empezaba
para mí, comprendí que en esta vida cada uno de nosotros es especial y único y
que el amor es el recurso más poderoso con que contamos. Por eso veía al recién
nacido como un ser especial y único y al ser tan esperado, le entregamos todo
el amor como un premio a su llegada.
Cuando
se es papá por primera vez todos los acontecimientos son nuevos, no está uno
preparado para lo que se debe hacer ya que no existe un “Manual para padres
primerizos” o algo parecido, todo ocurre improvisado y trata uno de hacer las
cosas lo mejor posible.
Recuerdo
que acompañe a mi esposa a una cita con el
ginecólogo Dr. Kuba Lichtinger y después de la revisión le preguntó algo
muy especial ¿Señora todo está listo, cuándo quiere que nazca el bebé?, la
respuesta fue ¡Mañana mismo doctor! Y así fue: nos citó para el día siguiente 11
de septiembre a las nueve de la mañana –y de esta forma aconteció todo-.
La
llegada del bebé fue con beneplácito y muy esperada por todos los familiares
tanto de ella por ser la primer hija casada y por mi parte por ser el último hijo
que se casaba, ambas familias de varios hermanos, y por fin hizo su aparición
Daniel para felicidad nuestra y de todos nuestros familiares de quienes
recibimos muchas muestras de cariño todos los días.
Estas
son fechas que se recuerdan con mucho amor porque se guardan en la memoria y en
el corazón, y cada año cuando estas fechas cruzan por nuestra mente, son
recuerdos muy gratos que siempre tenemos presente y gozamos cada vez que nos
acordamos de algún detalle. Considero que son momentos que vale la pena vivir
porque son acontecimientos que nos recuerdan que estamos vivos y cumpliendo una
misión que se nos ha encomendado y que valoramos con amor, para finalmente
reconocer que… “VALE LA PENA VIVIR”
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