AMANECER. |
Después
de casi un año de realizar mis actividades rutinarias en esta ciudad capital y acostumbrado al
transporte diario, a la paciencia del tránsito lento, a los plantones de gente
de provincia que viene a manifestar sus inquietudes, al ruido diario con toda
clase de sonidos y alharaca en las calles y a la rutina de actividad diaria,
decidí tomar mis vacaciones con una ausencia prolongada del presente mes
febrero para vacacionar en el sureste del país, para interesarme de la vida
como tal, por la gente, por las cosas, de lugares legendarios sencillamente
repletos de tesoros históricos, almas hermosas y gente interesante que me harán
salir un poco de la rutina diaria.
Al
principio, pasar una temporada acompañado de mi familia solo para
tranquilizarme, considerando una indulgencia suficiente, aprovechando el tiempo
para encontrarme a mí mismo a solas para cuidar de mi auténtica visión y expresar
mi propia creatividad, disfrutando de una búsqueda personal para encontrar una
satisfacción de tranquilidad en estos lugares de provincia que sirven para
cambiar la polaridad y disponer del placer de ver la forma en que viven y
actúan otras gentes, conocer otros lugares y aprovechar el aire y la
tranquilidad en estos lugares que están llenos de historia, leyendas y recuerdos
gratos.
¿Pero
qué hacer? El simple hecho de retirarme un poco de la rutina diaria,
necesito hacer que mi imaginación florezca, necesito dejar volar la imaginación
para eslabonar felices momentos para idear la manera de holgazanear, pasear,
deambular y tal vez conseguir unas orientaciones locales para descubrir lo
divertido que pueden ser los placeres ermitaños que puedo encontrar en lugares
de provincia, para realizar de manera consciente y lograr un descanso que me
aleje completamente del bullicio rutinario capitalino.
Después
de un invierno frío (parece
redundante) que resentimos
en la ciudad de México, debo admirar un poco la espléndida mañana en Mérida,
soleada, ni demasiado calurosa ni húmeda, con una temperatura agradable que me
hace sentir agradecido de estar vivo. Ahora me doy cuenta de lo necesario que
es disponer de días libres para apreciar el don del descanso y disponer de un
rato a solas para meditar, rezar, escuchar un poco de música y leer un poco
como parte de un complemento de tranquilidad para realizar alguna actividad
absolutamente personal, con la disponibilidad de algún arreglo floral.
Basta
con acercarse a la ventana para apreciar la tranquilidad y el aire limpio por
la vegetación que me permite apreciar la importancia de prestar atención al yo auténtico que me permite meditar en
completo silencio. Aprovecharé estos
días para ponerme en contacto con mi sosiego interior y como primera prioridad
aliviar en parte el estrés y el agobio que experimentamos todos en nuestra vida
cotidiana.
Aprovecharé
este prolongado descanso en provincia, para poner en orden mi mente en cuanto a
pendientes y compromisos externos, así como también escuchar esa vocecita
interna que pocas veces tenemos oportunidad de percibir. Lograr la limpieza en
orden de estas vacaciones puede ser psicológico, con tiempo muerto para
afrontar el desorden emocional que se pudo acumular en mi armario mental. Esta
búsqueda del orden que se anidó en mi interior, fue lo que se acumuló por
diversos pendientes inevitables.
Ahora
tendré oportunidad y tiempo de invocar al orden divino y pedirle a mi espíritu
que se haga cargo del día de hoy, así como los demás días por venir que tendré
tiempo de oxigenarme tanto física como mentalmente para… salir un poco de la rutina diaria.
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