La
ambición puede ser considerada como el deseo que tienen las personas de poseer
mejores satisfactores para hacer su vida más cómoda y confortable y esto lo
pueden lograr con el deseo de disponer de riqueza, fama y distinciones de
manera que como seres humanos pueden
fijarse nuevas metas: para obtener, para conseguir nuevos objetivos en lo
general, para muchos individuos son imposibles; no así, para determinado grupo
de personas ambiciosas a quienes todo lo que se proponen lo logran para
conseguir sus objetivos con dedicación, esfuerzo y tiempo. Por lo anterior se
considera la ambición en calidad de compañera espiritual del éxito y las dos en
conjunto son necesarias para conseguir lo que se desea.
Podemos
considerar al éxito como un caballero
honorable y a la ambición como una
dama errante e inestable y no una virtud. Si su poder y pasión no se canalizan
creativa y constructivamente, podría volverse contra aquel que invoque su
presencia. Puede ser comparable con la energía eléctrica que puede fomentar la
vida o destruirla y es el mismo caso que puede ocurrir con la ambición, que nos damos cuenta que
existe cuando nos informan del fracaso de alguien.
La
ambición solo origina peligro y no
podemos confiarnos mucho debido a que si nos llama la atención obedecerla, nos
convertimos en blanco fácil de la codicia.
Estas épocas cuando nos sentimos abrumados y podemos pensar que tenemos el alma
empobrecida, es fácil despertar y seducir al ego, la codicia nos seduce y nos orilla a la tentación y debemos admitir
ante nosotros mismos que no solamente manifestamos aspiraciones, sino también
tener ambiciones que son demasiado
peligrosas.
También
debemos aquilatar si la ambición se
nos presenta como un regalo que recibimos cuando generosamente se nos
concedieron nuestras dotes personales del paquete auténtico que nos fue
otorgado. Sabemos que el poder beneficia pero también perjudica ¿Por qué iba a
ser otra la naturaleza de la ambición?
¿Y si nuestra negación a canalizar nuestras ambiciones para nuestro bien
y el bienestar de los que amamos, es la verdadera corrupción del poder? Debemos
recapacitar cómo podrían transformarse nuestras existencias en el caso de respetar la ambición y cediéramos el paso a la
concesión de un don no tan milagroso.
Lo
que sí es una realidad es que no podemos aceptar el éxito si antes no ambicionamos algo y para eso ejercitamos la
acción que es lo que produce la plena acción en movimiento y eso es lo que
produce el éxito, debemos ser
demasiado cautos para que todo se conduzca dentro de los términos adecuados y legales.
Puedes madurar un proyecto y llevarlo a la
práctica y entusiasmarte con él, de manera que pudieras crear un plan
ambicioso, midiendo las consecuencias y plano al que quieres llegar, comenta
con tu yo interno los pros y contras y explícale hasta donde te gustaría
llegar. Escucha sus sugerencias y luego medita con detenimiento el desarrollo y
obtendrás la clave que buscas para finalmente conseguir tu propósito no
importando la ambición que has mezclado en tu proyecto hasta llegar al
resultado final.
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