Mensaje al Mundo Actual. |
Siempre
he tenido la idea de que el mes de diciembre es el mejor mes de todos los años,
debido principalmente al colorido y alegría que se despliega en todo el mundo,
por la celebración de fiestas y reuniones, por el nacimiento del niño Jesús,
por las flores de noche buena o flores de pascua (como se conocen en mi estado
natal, Veracruz) por las tradicionales posadas con sus piñatas según tradición
mexicana, por los regalos de navidad, por todo el amor y abrazos que se dan y
reciben antes y después de fin de año y por tantas otras costumbres que
distinguen en último mes del año.
Muchas
tradiciones de esta naturaleza se han conservado hasta la fecha, habiendo
surgido el aspecto comercial de la fiesta que nosotros también hemos heredado
de padres a hijos que recuerden cuál es
la verdadera razón de ser de las Navidades, aunque a nosotros mismos nos cueste
recordarla cuando nos vemos atrapados en la conmoción de las fiestas y en las
campañas que hacen los comerciantes a través de la radio y la televisión y que
nos inducen a mercantilizar las fiestas decembrinas.
Reflexionemos
hoy sobre el papel de los regalos de la historia de la Navidad. Aquellos fueron regalos envueltos en
milagros y tal vez por esa razón no los encontramos en esas ferias de precios
que promueven los comerciantes, ni tampoco en esas enormes listas de precios y
catálogos que aparecen en internet.
El
primer regalo que se dio en esa época fue del Espíritu: el amor incondicional. El
siguiente regalo lo hizo una adolescente judía que se llamaba Miriam y a quien
su familia y sus amigos llamaban María. Su regalo de navidad fue la
abnegación, la renuncia total al ego y la voluntad necesaria para traer el
cielo a la tierra. Los regalos de su prometido, José, fueron la confianza y la fe. Tenía confianza en
cuanto a que María esperaba el hijo mediante un plan divino que trajo perdón y plenitud.
La
navidad es época de dar y recibir regalos y se considera así porque fueron los
Reyes Magos los que hicieron un largo y penoso viaje, siguiendo una estrella
luminosa en busca de un rey que acababa de nacer y que los sabios de aquella
época habían anunciado la venida del Rey
de Reyes.
Los
tres Reyes provenientes de Oriente recorrieron un largo camino siguiendo la
estrella luminosa en busca del “Rey de
Reyes” que acababa de nacer. Cuando llegaron a Belén se encontraron al niño
nacido en un pesebre. Aceptaron lo imposible y dejaron el escepticismo durante
el tiempo suficiente para engañar a Herodes que buscaba al niño que llegó para cambiar
al mundo. Con valor y con riesgo de su propia vida, los Sabios ayudaron a la joven
familia en su huida hacia Egipto en busca de refugio.
Por
esa razón, la Navidad es época de regalos atados con las fibras del corazón,
que transforman lo mundano en milagroso, los regalos del espíritu, de una
adolescente asustada, de un desconcertado esposo, del niño, de los ángeles, del
pastorcillo, de la esposa del posadero, del amor incondicional, de la abnegación,
la confianza, la fe, el perdón, la caridad, las maravillas y la aceptación de
valores… ¡esos fueron los regalos que dejaron los Reyes Magos!
Al
hacer tales regalos nos dejaron lo verdaderamente valioso, abriendo nuestros
corazones para enviar tales regalos con sinceridad a todos los que nos rodean. Una Navidad no es Navidad sin esos regalos.
Maravillosa reflexión. Gracias por este regalo. TQM
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