AMIGOS. |
Estoy
a punto de cambiarme de Club deportivo, a decir verdad lo pensé mucho durante
un largo año porque arrancar las raíces de un lugar para trasplantarlas a otro sector,
son enseñanzas que cuesta trabajo aprender, sobre todo cuando se ha desarrollado
una camaradería y establecido costumbres que se han hecho durante diecisiete
años, desde la inauguración de su primera ubicación hasta la fecha, se han
creado gratos recuerdos desde instructores, hasta amigos queridos que constantemente
nos vemos y nos saludamos durante nuestras actividades deportivas y en
ocasiones nos dejamos de ver por abordar rutas diferentes.
Sé
que cuesta trabajo intentar las despedidas y a la postre debo aprender a
sobrellevar las separaciones o simplemente decir hasta luego, pero también debo
entender que las etapas llegan a su término y los cambios son necesarios; he
aprendido que con el tiempo, con persistencia y un poco de paciencia, cualquier
sitio puede llegar a ser un buen lugar, siempre y cuando uno acepte las reglas
del juego.
Ahora
pienso solamente en mis amigos del club, donde han sido muy amables conmigo y echaré
de menos las muestras de simpatía que se tradujeron en aceptación, bromas que
es común que se hagan entre “muchachos”
cuyas edades fluctúan entre los cincuenta y los ochenta años. Sobre todo a
primera hora de la mañana, donde acostumbraba hacer una hora de ejercicios y después
se formaba un círculo selecto (por
nuestras edades) y se podían iniciar charlas con buen humor y muestras de
camaradería, que eran suficientes para iniciar un día con muy buen ánimo, humor
y alegría.
Recordaré
con afecto y admiración: a mí “hermano”
Jesús por su trayectoria, a “Arthur” por
su bonhomía, a “Henry” por su buen
humor, a “Alex” por su juventud y
buen ánimo, a “Ponchito” un abuelo
feliz, a “Jesús” por su amor al
equipo de futbol (chivas); y a
un grupo
más de amigos donde considero a los José Luises, Marco, César, el Profe.
del Valle, Jesús, Raúl, los Richards, y tantos otros compañeros de casilleros, todos ellos gozan de mi especial afecto y a
quienes lo único que puedo expresarles un testimonio que representa muchas
cosas gratas, y es una oración cuando se dice con sinceridad ¡GRACIAS!
La
inclusión de la palabra ¡Gracias! en
nuestro vocabulario es símbolo de una interesante paradoja. Cada vez que
pronunciamos esta enérgica palabra reconocemos un don que nos ha sido concedido
y en ocasiones lo expresamos hasta sin darnos cuenta. Si la pronunciamos con
suficiente frecuencia desaparecerá de nuestra vida todo rastro de conciencia de
humildad; observando que siempre transitamos en la abundancia.
Todos
los cambios son buenos, con deseo sincero de hacerlo para bien o sin él. Nuevas
rutinas, costumbres y privilegios; y empezar a manejar otras veredas para
establecer las nuevas raíces de actividades a desarrollar, sin olvidar un
listado con un sinfín de personas que me han ofrecido su amistad que es lo más
importante que se puede conseguir y su apoyo en el pasado, mismos atributos que
me siguen brindando en el presente y que me seguirán apoyando en el futuro; tan
solo queda un reconocimiento de simpatía en mi corazón, del que aflora
nuevamente una palabra que es “GRACIAS”.
La
vida es demasiado importante como para tomársela demasiado en serio y ahora
entiendo más este razonamiento que tal vez no lo hubiera interpretado
debidamente hace treinta años o más. Cuando puedo extender estos pensamientos
de afecto hacia el exterior, hacia el resto del mundo… incluyendo hasta
personas que creo no lo merecen. Pronto descubrirás uno de los más grandes
secretos del mundo: “En el querer está la recompensa”.
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