Si
le hacemos esta pregunta a la gente: ¿Por qué te resulta difícil dar? la
respuesta podría ser ¿Recibo bastante a cambio? y sucede que la mayoría de esas
personas se encontrarán con el dilema de que no saben realmente como hacerlo.
En una gran parte de personas el “dar”
puede ser interpretado como un intercambio, porque muy pocos estarían
dispuestos a desprenderse de alguna prenda, sin esperar algo a cambio. Si todo
su “dar se refiere a recibir”, piensa por un momento lo
interesado que puede resultar hacer una donación.
Lo
cierto es que en nuestro país no existe la cultura de dar sin esperar algo a cambio. Desde la infancia, estamos
acostumbrados a recibirlo todo: nos falta algo lo pedimos y se nos da por
nuestros padres y tal vez así continuamos acostumbrados a recibir y es posible
que nunca crecemos, aun siendo mayores.
Por
qué nos resulta difícil dar? en primer lugar exige a un adulto maduro para
hacer una donación y la mayoría de nosotros no hemos crecido debidamente; y
esto se debe a que el dar es una “habilidad adquirida” que pocos
logramos dominar. Los ingredientes para hacerlo están relacionados y se
requiere mucha práctica para lograrlo.
La
verdad es que la mayoría de nosotros nunca hemos practicado esa habilidad, y lo
que sucede es que nunca se nos ocurre que no podemos comportarnos como personas
adultas; o lo que es lo mismo no estamos dando. Esta situación se justifica
porque nos hemos engañado a nosotros mismos; y esto es comprensible porque
parecemos adultos. Genete que da, pero lo que sucede por debajo, desmiente las
apariencias. Nos falta aprender una
lección importante en la vida que algún factor nos impide –dar- y tal vez la respuesta es…el miedo.
La
mejor forma de abatir ese miedo es convirtiéndose en dador. ¿Por qué? Porque cuando la persona se concentra en dar, no
se preocupa tanto por lo que va a recibir. Mentalmente estará pensando en su yo
interno: "yo doy, doy y doy” y nadie la cambia esa versión.
Para
ser un donador es necesaria la
educación que el niño recibe en casa, hasta que adquiera la costumbre de
regalar a otras gentes: gratitud, información, tiempo, dinero, amor, y otras donaciones
en abundancia y muchas veces no necesita ser millonario, porque luego ellos son
los que menos dan por costarles más
trabajo hacerlo de buena voluntad.
Leí
alguna vez un caso real que parece anecdótico: un “Ropavejero filántropo” de nombre Wang Kuan-ying de Taipeh, Formosa,
que en su país desde las cinco de la mañana vagaba por las calles de su ciudad
recogiendo lo que la gente desechaba. De lo que obtenía diariamente, reunía una
cifra equivalente a cuatro dólares por venta. De sus ahorros, durante 20 años
donó unos dos mil dólares en becas para niños pobres y otros dos mil dólares en libros a diferentes
escuelas y universidades para promover la filosofía china. Wang Kuan-ying de
vitalidad fuerte y vida sencilla, recibe diariamente de diversas empresas que le
entregan sus desperdicios de papel. Lo importante para él, es que con su iniciativa,
muchos hombres de negocios siguen su
ejemplo, y están ayudando a pagar becas
a estudiantes pobres.
Además
de haber recibido premios en su país, es entrevistado en televisión y ha
rechazado ayudas económicas de sociedades extranjeras, desea que todo el dinero
de sus donaciones sea producto de su propio trabajo y de otra manera no valdría
la pena hacerlo. Alguna vez le preguntaron el secreto de su salud y felicidad,
declarando “Si no goza uno de paz interior, así viva en una lujosa mansión y
coma los más exquisitos manjares no podrá tener salud. La caridad alimenta el
corazón y cuando el corazón es feliz, la salud viene como consecuencia natural”
Una
de las lecciones más importantes a considerar, es: como podemos dar, y esta
situación reside en una respuesta que es el
miedo. La gente que no se hace el ánimo de dar, está impregnada de un sentimiento muy profundo que es la escasez en el mundo, sin darse cuenta
que en su entorno existe mucha abundancia para todos.
No
podemos darnos cuenta de que la posesión de bienes materiales sin paz interior,
es como morir de sed física cuando tenemos la oportunidad de estarnos bañando en
un lago. Si con la abundancia del dinero consideramos evitar la pobreza de
bienes, debemos estar aborreciendo la pobreza espiritual; porque es la
espiritual y no la carencia material, la que constituye la base del sufrimiento
humano.
Existe
poca gente en nuestra sociedad que ha sido educada para dar y son ellos los poseedores de los secretos de crecer en edad y
de hacer donaciones materiales. Nos
han enseñado que es necesario dar
como una mera ilusión, pero no hemos sentido el compromiso de hacerlo,
metafóricamente seguimos teniendo miedo de que no venga nada a calmar nuestras necesidades… de alimento, dinero, amor y bienes
materiales.
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