Aprender es un placer natural y se considera como uno de los goces esenciales de la raza humana. Los niños muy pequeños cuando por su edad aun no tienen hàbitos implantados, se muestran como creaturas que apenas pueden hablar, investigan problemas con todo el fervor y la emociòn de unos exploradores y hacen descubrimientos con la pasion y concentraciòn de autènticos investigadores.
Este placer no está determinado al aprendizaje en libros de texto que muchas veces resulta tedioso. Pero sí comprende gran parte el aprendizaje en libros. En ocasiones cuando acudo a una biblioteca y veo su interesante cantidad de volúmenes, me invade el placer de estar en medio de tantos ejemplares que muestran un avance a la enseñanza.
De cada uno de ellos surge una voz individual tan difícíl de percibir como las corriente de sonidos emitidas por ondas eléctricas inaudibles para nosotros, pero así como basta tocar un botón de nuestro aparato estereofónico para que la casa se llene de música, de la misma forma al abrir uno de aquellos volúmenes distantes en el tiempo y en el espacio.
En pocos años el comienzo aburrido, lo lleva a descubrir nuevos campos de solaz. Dio en coleccionar libros raros de los últimos cinco siglos, hubo interés en la imprenta, para satisfacer el interés de satisfacer la producción de sus propios volúmenes. Hay otras muchas artesanías y casi todas ellas brindan un placer esencial de realizar algo perdurable.
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