jueves, 11 de agosto de 2016

BIENVENIDOS AL CLUB DE LOS OCHENTA AÑOS.

Jean Renoir.
Me he enterado que varios amigos y conocidos han ingresado recientemente al “Club de los 80 años de edad”. Quienes ya estamos en él, les diré que no se siente nada, todo sigue igual, aunque en una voz muy interna. “mucha satisfacción”. El ochentón está entrando a una nueva etapa de vida, al último acto de la vida, así que permitan que él o ella, pasen por el auténtico “rito de transición”.

Algún día amable lector, te unirás como ellos a la minoría octogenaria si te escapas de los dos principales asesinos que rondan mucho en estos tiempos: la hipertensión y el cáncer. ¿Te interesa tener una idea a lo que te puedes enfrentar en este nuevo mundo? Para el recién llegado al club no debe sentir nada al cruzar esta barrera.

Sueña y tal vez vienen a él algunos recuerdos de sus buenos tiempos. Piensa que la vejez solo es un disfraz que aceptará ponerse en beneficio de otros, pero que el “YO” verdadero y esencial no tiene edad, continuará su vida igual siguiendo todos los cuidados que ha tenido antes para llegar a esta maravillosa edad, porque considera un triunfo seguir haciendo  imaginariamente y con detalle lo que antes realizaba por costumbre.

Considero que los vicios relacionados con la edad son entre otras cosas: el desorden, la vanidad y la avaricia. Recrudeciendo este último como el peor de todos. ¿Por qué tantos ancianos insisten en acumular dinero cuando sus perspectivas de gastarlo son muy pocas. Tal vez piensan en atesorarlo como cierta forma de dominio y control; existe para ellos el consuelo de acumularlo, mientras otros poderes disminuyen aunque eso no lo perciben por la ambición que manejan de “más y más”.


Muchos viejos se han dejado llevar por el desaseo y acumulan tantas porquerías en sus mesas y cajones, sus escritorios están llenos de cosas inservibles que conservan “por si se ofrece”. Sus closets están repletos de ropas no usadas durante años. Puede ser por costumbre y en parte por sentir que todo lo que alguna vez fue útil, debe ser conservado, y lo guardan sin darse cuenta que tal vez nunca dispongan de tiempo para usarlo.

No todo es malo ya que muchos octogenarios a los que admiro, son los que ven pasar la vida con gozo y al llegar su vejez la aceptan con gallardía, sabiendo que cada achaque es un nuevo enemigo que debe ser atendido y con el tiempo derrotado con fuerza de voluntad y casi siempre obtienen una importante victoria y reconocimiento por sus proezas.

Tenemos el caso de Jean Renoir que continuó pintando toda su vida y en forma audaz con el  pincel atado a su brazo, a causa del padecimiento de artritis que le afectó en sus últimos años. También el caso del pintor Goya que al final de sus años estaba sordo y afectado de sus ojos, por lo que al trabajar debía utilizar varios pares de anteojos, pero su trabajo fue espléndido y su estilo totalmente nuevo.

Desde luego que no es lo mismo de un hombre maduro de 30 años que tiene una vida por delante, que un  octogenario que por muy buena salud de que disponga, dispondrá de 12 a 15 años de vida. Lo importante no solo es ese tiempo; sino lo que me obsesiona es saber ¿Qué hacer con ellos?

Lo importante siempre es tener en mente un proyecto de vida para mantener la mente ocupada sin estar pensando en tonterías que a nada conducen. Mucha gente desperdicia ese tiempo; en vez de llegar a escribir una memoria de sus realizaciones con absoluta sinceridad, que puedan resultar útiles a los jóvenes o a quienes se interesen por conocer una respuesta, puede ser una forma de decir al mundo “Yo fui” o con mayor seguridad afirmar “Yo soy”




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