Con mucha frecuencia escucho los comentarios en diferentes lugares urbanos sobre los días de calor que son muy fuertes y la gente comenta que estos días de fuertes temperaturas de calor son propicios para llegar a temporadas de enfermedades y pandemias que pueden afectar la buena marcha del país, ahora que las finanzas públicas son propicias para la buena marcha de las inversiones del país en el extranjero.
Siempre ha sido así y siempre olvidamos la equivocación de alguna predicción de catástrofe del pasado con la versión de varias profecías de que la "explosión" demográfica produciría una hambruna en América antes del fin de los años 80, o ante la aseveración de algunos supuestos expertos de que el mundo se iba a acabar el 1 de enero de 2000.
El presente es bueno, vivimos en la era de paz y libertad más duradera en la historia de la humanidad. El futuro, si excluimos algún accidente desastroso, será mejor. Y no podemos decir lo mismo del pasado, una época en la que prevalecían el hambre, la violencia y la intolerancia. Las cosas si que eran distintas en esos tiempos.
Cómo explicar la pobreza y el hambre. Hasta no hace mucho China, el país más poblado de la tierra, padecía frecuentes hambrunas en las que morían millones de personas. El día de hoy es impensable que eso ocurra en ese país que se ha capacitado debidamente y ha trabajado mucho para poder atender todas las necesidades de su pueblo.
En cambio el mundo desarrollado sigue siendo pobre, pero a excepción de ciertas partes de África y los países propicios al terrorismo por Estados Unidos están saliendo adelante. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Japón sufrió hambre y ahora es la segunda economía del planeta. La brecha entre ricos y pobres ha terminado.
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