Qué
triste espectáculo de esos matrimonios que se someten dócilmente a las
exigencias de sus hijos solo para descubrir que hagan lo que hagan, jamás será
suficiente. En muchos casos le echan en cara a sus padres muchos de los
principales problemas que enfrentan en su vida.
Es
frecuente ver en lugares públicos, restaurantes, cines, centros turísticos, el
mal comportamiento de los hijos pequeños para con sus padres y el poco caso que
les hacen, para finalmente hacer lo que ellos quieren sin ninguna limitación,
ni algún correctivo de por medio.
Los
padres no tienen obligación de dedicarles todos y cada uno de los minutos del
día o de entregarles hasta la última gota de sus energías, ni de cumplir todos sus gustos y de surtir todo lo que los chicos desean, por el simple
hecho de que son hijos.
Una
manera infalible de hacer del hijo un perfecto vago y un irresponsable es de
hacerle notar que por rica que sea la familia, pueda creer que no tiene porqué
apurarse en la vida por tener su futuro asegurado. Yo supongo que la mejor
herencia que se les puede dejar, son los valores morales, que serán la
formación de su personalidad, y la piedra angular de su salud mental.
Es
claro que a los hijos hay que corregirlos y sobre todo guiarlos solamente cuando
lo necesitan; es así la forma en que aprenden y sobre todo que las alabanzas
abunden más que las censuras. A quienes
les cueste trabajo expresar su aprobación, pueden hacerlo con una sonrisa, una
palmada en la espalda; o bien, una agradable caricia.
La
disciplina debe darse con el ejemplo, ser consistente y unas disciplinas
firmes. Muchas veces vale más decir un “NO” a tiempo, aunque otros estén suponiendo
que debe ser “SI”, con ello se le está diciendo “Te quiero hasta el punto de
arriesgarme a provocar tu enojo por evitar que te mezcles en líos”.
Si
es que los padres disponen de una educación religiosa, indicarles a los hijos lo
que siempre les ha servido de consuelo y apoyo y les ha hecho cobrar conciencia
de su identidad. En el caso de que esa disciplina solo les infundió temor y
culpa y no desean dejar a sus hijos semejante legado, deben buscar algún
sustituto que les ayude en su formación.
A
los hijos debe darse independencia y respeto y por lo mismo no tomar nunca sus
cosas sin pedirles permiso, ni mucho menos leer sus escritos personales,
registrar sus cajones, billetera o bolsa, o intervenir sus llamadas
telefónicas. De practicar alguna de estas cosas, es que las relaciones andan
muy mal.
Nadie
ha pedido venir al mundo. Quien tiene hijos siempre estará en deuda con ellos.
Si tienen buenos principios y se les da lo debido, podrán ellos a su vez, legar
algo útil a los suyos.
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