El Bataclán.-París. |
Desde
mis estudios de historia universal, tuve presente que París estaba considerada
como la capital del mundo y cuando tuve oportunidad de conocer la ciudad, me
percaté de que siempre había estado en lo cierto por su historia, su belleza,
su cultura, su gente y tantos otros atributos, que ahora que ha sufrido un
percance tan profundo, es motivo de conmoción para todo el mundo. Digo esto
porque quien atenta contra Francia, atenta contra todo el mundo civilizado,
porque si recordamos desde la época medioeval hasta nuestros días, París ha
irradiado luz universal.
La
agresión que el pasado jueves recibió París en su Centro de Conferencias Bataclán que data desde 1864, donde mucha
gente se había reunido para asistir a un concierto musical y fue atacado por
elementos del ejército islámico Isis, autores del atentado perpetrado en ese
lugar, donde ocurrió un combate desigual con un resultado de 129 asesinados y
352 heridos de distintas religiones y nacionalidades, entre ellas dos mexicanas
ubicadas en ese lugar al momento de ese desastre.
Este
grupo Isis ya había cometido varios actos de violencia contra musulmanes como
es el caso de un doble atentado en un barrio de Beirut, en Líbano, donde causó
una baja de 40 muertos y 230 heridos y ya con anterioridad habían dado a
conocer un video en el que miembros del ejército islámico ejecutaron un grupo
de 200 niños por el hecho de no haberse unido a su causa y todos estos ataques
por motivos religiosos.
Por
esos motivos habían seleccionado París considerando que la capital francesa
maneja muchas libertades que los fundamentalistas consideran como abominación y
perversión. Se tenían noticias que en fechas anteriores, ese grupo terrorista
había tratado de detonar un explosivo cuando se jugaba un partido entre los
equipos de Francia y Alemania en el Estadio de Francia.
Se
conoce como antecedente un comunicado que fue publicado en francés en el que se
da a conocer la siguiente información: “En
un ataque bendito para el que Dios facilitó las causas de un grupo de creyentes
soldados del Califato, que Dios le dé poder y victoria, ha tomado como objetivo
la capital de las abominaciones y la perversión, aquella que enarbola la
bandera de la Cruz en Europa, Paris”.
Al
menos a nosotros como mexicanos, nos resulta muy difícil creer que alguna
persona pueda matar en nombre de Dios, pero esa es la lógica en que se basa el
fundamentalismo para cometer sus fechorías, ya que nuestra cultura nos indica
que un Dios misericordioso no ordenaría ninguna muerte y menos con gente
inocente. Los fundamentalistas nunca los considera como inocentes, sino “cruzados”, importando poco que ninguno
de los 129 asesinados y 352 heridos en París haya combatido contra sus
ejércitos en tierras islámicas, o haya atentado contra su religión y
nacionalidad; o que las víctimas incluyendo en ellas a dos mexicanas.
Todos
los incidentes ocurridos en estas fechas, son actos de terrorismo como uno de
los hechos que afectan a los más inocentes que nada tienen que ver con esas
actividades que persigue el ejército islámico y sus seguidores que son
entrenados de sus dogmas desde muy tierna edad y que los aleccionan para
conseguir seguidores y en forma anónima actúen en favor de ellos y sus dogmas
que son más difíciles de combatir y son el motivo de esas provocaciones en las
principales ciudades del mundo.
Cualquier
acto de esta naturaleza no se justifica y sobre todo en la forma tan cobarde y desigual
en que atacaron a gente completamente ajena a su causa. El ejército islámico
sostiene sus dogmas de que Dios les autoriza a matar a quienes no estén de acuerdo
a sus ideas; y por ello adoctrinan desde la niñez a su gente, para sumarlas a
su ejército activo y con ello parece que los dogmas van ganando terreno a las ideas. Por las ideas se discute, por los dogmas se mata, y
ciertamente –los dogmas están ganando la batalla a las ideas.
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