Parece un deseo el haber cumplido ochenta años para dar inicio a una idea añeja, de cubrir una etapa por mucho tiempo acariciada, esto es, lograr comunicarme “en línea”. Sería mucho desperdicio, dejar pasar esta oportunidad que tengo, de disponer de los sistemas electrónicos y la maravilla de equipo computacional del que disponemos de inmediato.
Ha sido un privilegio vivir en estas fechas, ocurridos después de la segunda guerra mundial, contemplando el desarrollo que vivió la etapa industrial, comercial y de negocios. Tuvimos oportunidad de conocer la televisión comercial, poder admirar la llegada del primer hombre a la luna como un hecho notable; así como ver el inicio de sistemas de comunicación que acercaron al mundo con imágenes inmediatas en sus cinco continentes. Se logró prolongar la vida de los seres humanos con las investigaciones realizadas por las Universidades y los centros de ciencia, y por los investigadores de laboratorios especializados que han certificado sus resultados y han dado origen a tratamientos médicos y nuevos fármacos en el mercado, cuyos beneficios han sido ampliamente conocidos, procesados y distribuidos en mercados internacionales.
Hoy tengo la edad en que puedo ver las cosas con más calma, distraerme en lo que a mí me gusta y dedicar mi tiempo en lo que deseo hacer, siempre con el interés de seguir creciendo y realizando aquellos sueños truncos que por fin se les ha llegado su momento; sin temor de quedar mal o bien con alguien y sobre todo, sin hacer caso de lo que digan, acariciando ilusiones que se convierten poco a poco en esperanza.
Recuerdo mi niñez, los ancianos fueron pocos y muy reverenciados, cosa que ahora los consideran como un problema social. En nuestro país a estas fechas disponemos de siete millones de ancianos y muchos de ellos los sorprendió la edad y deben refugiarse a vivir con sus familiares, que los consideran como una carga por las frecuentes enfermedades y achaques, mereciendo mayores cuidados y atenciones. En este sentido, el gobierno no ha cumplido debidamente su compromiso de “atención a los ancianos”.
Si me preguntan ¿Si soy más sabio en mi vejez? Es algo que nunca se me ha ocurrido investigar y mucho menos saber; lo que si reconozco es que soy más tolerante. Cuando joven no fui afectuoso, pero la vida me ha cambiado y he sido apasionado, aunque ahora me agrada sobremanera saber que la gente me estima y me place verdaderamente el afecto que recibo, lo considero como una recompensa que la misma vida me enseñó para agradecer.
He recibido cariño y mucho amor de mi familia a la que me he consagrado durante los años recientes, pero también he recibido ofensas y he aprendido a sortear las ingratitudes, mismas que se me han olvidado, porque para ser feliz, hay que aprender primero a perdonar y eso me lo han enseñado los años y principalmente los principios adquiridos en casa paterna, mi religión que la tengo bien arraigada. Me gusta socializar y tengo varios grupos de amigos, muchos de ellos desde la escuela profesional y los conservo desde hace más de sesenta años, con gratos recuerdos de nuestros años mozos. Mucho debo a las mujeres desde mi niñez a mi madre, con su buen humor y variadas emociones de la que guardo gratos recuerdos. A mi esposa que ha tenido a bien soportarme desde hace más de cincuenta años y que ha permanecido conmigo en todo momento. Tengo dos hijos que han sido siempre la razón de mi lucha y ahora son hombres de bien y dignos de mi admiración y respeto. A todos ellos los amo verdaderamente.
Una falla de la vejez es la muerte de los amigos, cuando reconozco que las filas de mi generación se ven mermadas por decesos inesperados, quedando el recuerdo de vivencias que se fortalecieron con el tiempo.
Mis mejores deseos es que estas experiencias obtenidas, puedan servir a una o dos personas que me lean y me daré por bien servido, si logran obtener algún beneficio, sobre todo de que puedan preparar con tiempo su vida, para experimentar una vejez más agradable que como yo, le puedan agradecer al universo haber pertenecido a esta generación.
Mucho éxito y muchas felicidades. Seguiré el blog con atención. Un abrazo!!!
ResponderEliminarEs algo muy padre que lo que mi papá me ha enseñado a veces con palabras y muchas veces con el ejemplo, ahora lo pueda compartir con mucha gente. Ojalá se aguanten cuando vengan los regaños, ¿eh? Muchas felicidades. RAFAS.
ResponderEliminarLo único lamentable son los regaños, pero son más fuertes cuando nos los da la vida.
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