PRESENCIA DIVINA
EN TODO MOMENTO.
Ya hace muchos años tuve
oportunidad de acudir a una Casa Hogar para recabar algunos datos y con este
antecedente acudí a solicitar permiso de entablar plática con algún residente. La
directora de ese lugar, y me envió a la habitación 78 que ocupaba una anciana
que tejía diligentemente a quien le expliqué mi presencia y con gusto aceptó mi
visita.
Dejó
de tejer y dando una palmadita en la orilla de la cama me indicó que me
sentara. Después de ocupar ese lugar reanudó su labor y le pregunté:
-¿Qué
hace? [de inmediato me contestó]
-Dios está en mi canasto. [dijo]
-¿Qué está tejiendo? [pregunté], alzando un poco la voz esta vez. Volvió a
suspender su labor y sonriendo, miré con disimulo la canasta, por si alcanzaba
a vislumbrar a Dios.
-Dios está aquí, oré con fervor
para que viniera y vino conmigo.
La mujer no dijo nada más.
Finalmente le di las gracias y me fui.
-¿Qué impresión le causó la
residente? Preguntó la directora del asilo.
-Dice que Dios está en su canasta
de tejido [respondí], me parece que está un poco trastornada.
-Lo estaba cuando llegó a esta
Casa, [me explicó la directora] había enviudado y estaba sola. Le sugerí que
rogara a Dios que le diera paz.
“Poco después otra asistente le
enseñó a tejer, y ya en seis meses estaba tejiendo calcetines para todos. Se
volvió la mujer más popular del asilo”
-¿Y ahora? Pregunté. -Ahora tiene
más de 90 años, pero todavía puede hacer punto. Solo dice que Dios está en su
canasta.
Semanas después recibí un hermoso
suéter de lana, de mi talla con una nota de la directora del asilo que decía:
Querido amigo Miguel:
La mujer que conociste aquí, nos
pidió que te enviáramos este regalo.
Pensaba que tal vez te gustaría
abrigarte con un pedazo de Dios.
“Falleció hace tres días y se
encontraba muy contenta de haberlo hecho.
Estaba feliz”…
Me impresionó mucho la noticia y
recibí ese regalo como un trofeo de una gran persona a quien tuve el gusto de
conocer ese día y pude platicar con ella como si fuera alguien de mi familia a
quien tenía mucho tiempo de no vernos y en esa fecha nos encontrábamos con
mucho cariño. Guardé ese suéter como un verdadero “trofeo a la lealtad”.
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