El día 2 de noviembre se intercede por las almas de los fieles difuntos y se instituyó a finales del Siglo X por el abad Odilón de Cluny, quien ordenó que en todos los monasterios se hiciera la celebración con misas, votos, responsos, limosnas y oraciones, así los vivos pueden ayudar a sus muertos mediante plegarias.
Por esto es costumbre
adornar en cada casa un sitio con ofrendas mortuorias de carácter ritual y de
identidad cultural, que son la composición de calaveras de personajes
populares. Para ellos se dispone el comedor de la casa, para que la familia
conviva frente al altar con la seguridad de que sus difuntos estarán contentos.
El olor de los alimentos
se mezcla con el copal que inunda el ambiente con una cortina de humo que
purifica y aleja a los malos espíritus; sobre la mesa se colocan todos los
alimentos que en vida le gustaban al muerto y todo ello enmarcado con flores de
colores vivos.
La finalidad de los
altares de muerto es recordar a los familiares que han fallecido. A los niños
se les recuerda el 1° de noviembre con alimentos especiales para ello. A los angelitos se les recibe con un olor
penetrante a mirra con la finalidad de regar flores de la puerta de la casa al
altar para que identifique su hogar como señal de bienvenida.
El 2 de noviembre doblan
las campanas anunciando que ya se van los muertos y se reúnen las familias
llevando incienso para anuncia el regreso de las ánimas. A partir del día 3
comienza el intercambio de ofertas entre los parientes y compadres.
Los días de muertos se
conocen como fiestas de -todos santos- o como -día de las ánimas benditas, la
tradición dice que éstas llegan desde la noche del 31 de octubre y tienen
licencia de visitar a sus parientes que se han quedado en la tierra, mismos que
los agasajan con objetos y comida de su gusto en vida, así como su retrato e
imagen de su devoción.
A las románticas noches de “noches
de muertos en panteones” se añade el aroma del copal y no es extraño oír mariachis
empalmando su música con la de grupos autóctonos que hacen sonar el caracol y
la ocarina, palos de lluvia y teponaxtles como lo indica la tradición, son
noches para no dormir sino para velar y reencontrarnos con nuestros muertos.
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