El Jardín de los Abuelos. |
En
días pasados mi hijo Daniel nos tomó una fotografía a su mamá y a mí en la
parte central del jardín de nuestra casa y me gustó el nombre que le asignó a la foto como “El Jardín de los Abuelos”. En la foto aparecen dos flores cuya
planta dispone de un historial que recuerdo con mucho cariño, ya que fue una
planta parásita que trajeron mis padres de su natal Veracruz y fue mi Madre la
que sembró esa planta por el año 1990 en medio de un árbol de Jacaranda que
primero adornó la parte trasera del jardín y después ha floreado por muchos años precisamente sobre
el mismo árbol y en la forma como se aprecia en la fotografía.
Ese
nombre de la fotografía me recordó mucho un libro que leí hace varios años de la
escritora Frances Hodgson Burnett, autora del betseller El Pequeño Lord una celebridad internacional en los años
1898 que deprimida por el escándalo público de su divorcio, buscó un tranquilo
refugio donde meditar y reorganizar su vida.
Cuando
terminó su compromiso para escribir tres libros y una obra teatral y expiró su
contrato de alquiler y se vio obligada a abandonar su residencia en Londres y
regresar a América en 1907 a su casa de Long Island, N. Y., comenzó a escribir
su libro que le dio más renombre del conseguido en Inglaterra, “El Jardín Secreto” que fue un verdadero
éxito de librería y fue publicado en l911.
“El Jardín Secreto” es la historia del encuentro de dos niños que hallan
consuelo en la madre naturaleza. A medida de que cuidan el jardín abandonado,
oculto entre muros de piedra, la restauración del mismo se convierte en una
hermosa metáfora sobre la redención de los niños que permanecen por mucho
tiempo reuniéndose en ese hermoso lugar.
Hacia
el final de sus vida, Frances Hodgson Burnett recordaba que su jardín en
Maytham Hall había restaurado el sentido de su propia identidad. Los recuerdos
de su jardín sobre una alfombrilla de caucho y junto a un banco de flores
rodeado de hierba permanecieron en sus recuerdos, así como las rosas que
florecieron en todo su esplendor.
Lo
cierto es que cuando tengo oportunidad de dedicar algún momento a la
conservación de nuestro jardín, se convierte en un inesperado instrumento de
gracia y he descubierto la concentración de paz interior mientras permanezco
regando las plantas o quitando el escombro de hierbajos, ocurre que me
despreocupo de todo aquello que no puedo controlar. Es una tarea que me absorbe
por completo mientras realizo mi jornada, me produce una exquisita
satisfacción, ya que mi mente se sosiega y me produce una exquisita
satisfacción de servicio.
De
ser posible, no olvides dar preferencia y cultivar tu jardín secreto interior,
porque las semillas que florecerán serán una expresión exterior y dichas
semillas se encuentran diseminadas dentro de ti. Procura siempre eliminar todas
tus desilusiones, frustraciones, las ambiciones que no se han realizado y eliminar
el enojo sobre lo pasado que no fue conseguido.
Deja
que tu imaginación, libre de trabas, siempre siembre las semillas de tierra
fértil en tu ánimo. Deja que tu interés cultive tu jardín con paciencia y
perseverancia, porque como lo consideró Frances Hodgson Burnett….
“Cuando posees un jardín, tienes un futuro
y cuando tienes un futuro, estás viva”.
NOTA: *Con sincero reconocimiento a mis amigos
de Facebook que amablemente han seguido mi blog.”
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