jueves, 23 de julio de 2015

EL MÉXICO EN QUE VIVIMOS.

La Catedral Metropolitana.
Dicen que cuando uno hace recuerdos del pasado es señal de que estamos envejeciendo y aunque eso no me preocupa mucho pero ahora que he estado leyendo mucho sobre Don Porfirio Díaz y su época me he dado cuenta de que en esas fechas nuestro país era uno de los que gozaban de mayor prestigio en lo que entonces se llamaba “el concierto de las naciones civilizadas”. El peso mexicano tenía solidez y se aceptaba en todo el mundo al igual que el dólar, la libra esterlina, el marco alemán y otras monedas igualmente firmes.

Se hablaba mucho del progreso de nuestro país: y, su Presidente era universalmente reconocido y respetado. La primera comparación que se me ocurre considerar es ¿Cuál ha sido el fruto que han conseguido los Presidentes provenidos de la Revolución que se originó después de los movimientos y revueltas después de la salida del país del General Díaz?.

En mis tiempos de estudiante en esta ciudad, se acostumbraba caminar por la ciudad en cualquier calle y a cualquier hora y lo hacía uno con mucha confianza ya sea acompañado o solo sin temor de tener algún contratiempo. Yo recuerdo que cuando mis hijos tenían ocho o diez años, salíamos a caminar después de cenar y lo hacíamos casi diario en nuestra colonia a una distancia de tres o cuatro kilómetros sin ningún temor.

El ritmo de vida ha cambiado desde entonces. Ahora es verdaderamente extraño por no decir raro que alguno de nuestros conocidos o amigos, nos comente que en algún momento del día “sale a caminar” por gusto. Lo mejor es disponer de una “caminadora en casa” y de ser posible acudir a un gimnasio a hacer ejercicio, un tanto por seguridad, como para evitar la contaminación que tanto nos afecta acá en la ciudad capital. La idea de salir de casa con ánimo de estirar las piernas, está fuera de uso.

En su tiempo y en su época, México disponía de una buena imagen en el mundo, a diferencia de ahora en que –me da pena decirlo-- nuestro país no goza de buen prestigio en materia de seguridad. La clase política debería analizar ¿Por qué sucede esto? si de ella han salido muchos de los males que sufrimos todos.

Yo recuerdo que decían mis antepasados que en la época porfirfista, no existía ninguna de esas lacras y menos aún las organizaciones criminales y su violencia. Lejos estoy de comparar épocas pensando que aquellos tiempos fueron mejores, pero la comparación de lo nuestro con lo de aquél es desoladora y provoca al menos, un resentimiento de malestar y provoca que los capitalinos nos sintamos incómodos.

Los atropellamientos que recibimos al caminar por nuestras calles, son tan variados que nadie puede sentirse cómodo y de buenas. Lo comento porque he notado una señal decadente, dando la impresión de que se han alterado nuestras costumbres. Existe una corriente tan negativa por la información que se propaga de asaltos, secuestros y cuando algún desconocido se acerca a uno, causa alarma. Lo curioso es que en este ambiente de rencilla y paranoia, hasta la amabilidad se ha vuelto ofensiva.

A todo se acostumbra uno en una gran ciudad donde abundan los peatones y los automóviles, los autobuses urbanos, el metro y el metrobus,
Con la característica de que a toda hora van llenos de pasaje y siempre muestran cara de preocupación negándose siempre a recibir esa esquiva propina cívica, pero este es el México en que vivimos, que nos dio todo lo que disponemos, estudios, familia, amistades, amigos y una gran ciudad para vivirla y disfrutarla plenamente.




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